El Mosad siempre ha sonreído por lo bajo ante los escrúpulos de una parte de la opinión pública estadounidense que debían superar sus colegas de la CIA en materia de “asesinatos selectivos”. Ahora mismo, el espionaje exterior israelí libra una “guerra secreta” contra científicos y militares relacionados con el programa nuclear de Irán. Varios de ellos han sido abatidos en el mismísimo Teherán, con frecuencia por el procedimiento de una bomba adosada a su vehículo por unos esquivos motoristas. Es probable que, dadas las dificultades de los israelíes para moverse en Irán, esos motoristas sean opositores iraníes, gente de las minorías kurda o suní. Y también es probable que fueran reclutados bajo una “falsa bandera” (false flag). Los del Mossad, según informó la revista Foreing Policy, se habrían hecho pasar por agentes de la CIA para embarcarlos en su campaña de asesinatos.
Es un secreto a voces que el Mosad dispone de una unidad especial dedicada a liquidar físicamente en el extranjero a individuos considerados un “peligro existencial” para el Estado judío, palestinos con frecuencia y, últimamente, iraníes. Se llama Kidon (bayoneta, en hebreo), inicialmente fue conocida como Cesárea y aplica la sentencia del profeta Ezequiel: “Y los enemigos sabrán que soy el Señor cuando haga caer mi venganza sobre ellos”. Esta unidad consiguió fama mundial tras los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, cuando se dedicó a ir localizando y abatiendo a los miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro que habían causado la matanza de una docena de atletas israelíes, asunto sobre el que Spielberg terminó haciendo una película.
En los últimos lustros, sus éxitos (asesinato en 1996 de Yahia Ayach, El Ingeniero de Hamás, con un teléfono móvil bomba) y sus fracasos (intento de envenenamiento en Ammán de Jaled Meshal en 1997) han sido tan novelescos como las hazañas del sicario israelí Gabriel Allon en los thrillers de Daniel Silva. Lo de Meshal fue sonado: un comando del Mossad, que usaba pasaportes canadienses, roció con veneno el oído del dirigente de Hamás en pleno centro de la capital jordana. Mientras éste quedaba paralizado instantáneamente, su guardaespaldas se lanzó en pos de los sicarios, dos de los cuales fueron capturados. A cambio de su liberación, un indignado rey Hussein exigió a Israel la entrega del antídoto para el veneno, lo que salvó la vida de Meshal, y la liberación del fundador de Hamás, el jeque Yasín.
En 2008 el Mosad recuperó su prestigio al abatir al libanés Imad Muhniyeh cuando salía de la embajada iraní en Damasco. La CIA no había logrado echarle el guante a este activista de Hezbolá al que siempre se le atribuyeron los atentados que en la primera mitad de los años ochenta destruyeron en Beirut la embajada norteamericana y el cuartel general de los marines. Pero el Mosad logró colocar un explosivo en el reposacabezas de su automóvil. Dos años después, el descubrimiento de que los agentes israelíes que asesinaron en Dubai a Mahmud al Mabhuh, activista de Hamás, habían usado documentos de identidad de países europeos como Reino Unido,
Comentarios
Increíble. Muy bueno. Gracias por tu esfuerzo.
Fantástico
Justificando el terrorismo del estado genocida de Israel. Ya me parecía que no podía ser fiel a la realidad
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