Microrrelato: La marcha del caracol
Me ibas a contar algún día, Elizabeth, que el caracol avanzó por la pared y tú, desde la cama, levantaste la cabeza y primero viste la estela plateada del molusco, la seguiste con la mirada tan lentamente que tardaste varios segundos en llegar al caparazón opaco que se desplazaba por la pared del cuarto del hotel. Te sentías adormilada y estabas ahí, con el cuello alargado y las manos escondidas en las axilas; sólo viste un caracol sobre el muro de pintura verde desflecada. Javier había manipulado las persianas y el cuarto estaba en penumbra. Ahora desempacaba. Tú, recortada en la cama, lo viste librar las correas de esta maleta de cuero azul, correr el zipper y levantar la tapa. Al mismo tiempo, Javier levantó la cabeza y vio otro caracol, éste veteado de gris, que permanecía inmóvil, escondido dentro de su caparazón. El primer caracol se iba acercando al detenido. Javier bajó la mirada y admiró el perfecto orden con que había dispuesto las prendas que escogió para el viaje. Tú doblaste la rodilla hasta unir el talón a la nalga y te diste cuenta de que había otro caracol sobre la pared. El primero se detuvo cerca del segundo y asomó a cabeza con los cuatro tentáculos. Tú te alisaste la falda con la mano y viste la boca del caracol, rasgada en medio de esa cabeza húmeda y corneada. El otro caracol asomó la cabeza. Las dos conchas parecían hélices pegadas a la pared y derramaban su baba. Los tentáculos hicieron contacto. Tú abriste los ojos y quisiste escuchar mejor, microscópicamente. Los dos cuerpos blancos y babosos salieron lentamente de las conchas y en seguida, con el suave vigor de sus pieles lisas, se trenzaron. Javier, de pie, los miró y tú, recostada, soltaste los brazos. Los moluscos temblaron ligeramente antes de zafarse con lentitud y observarse por un momento y luego regresaron sus cuerpos secos y arrugados a las cuevas húmedas del caparazón. Alargaste la mano y encontraste un paquete de cigarrillos sobre la mesa de noche. Encendiste uno, frunciste el entrecejo. Javier sacó de la maleta los pantalones de lino azul, los de lino crema, los de seda gris y los estiró, pasó la mano sobre las arrugas y los colgó en los ganchos que sonaron como cascabeles de fierro cuando abrió el armario del año de la nana, los corrió, escogió los menos torcidos y regresó a la maleta detenida sobre el borde de la cama. Tú observaste todos sus movimientos y reíste con el cigarrillo apoyado contra la mejilla.
–Cualquiera diría que piensas quedarte a vivir aquí.
ANDANZAS DE UN ESCRITOR
La infancia de Carlos Fuentes transcurrió en un ambiente internacional entre Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos y otros países iberoamericanos; Estudió Derecho en México y en Suiza. Trabajó en diversos organismos oficiales hasta 1958; paralelamente, fundó y dirigió junto con Emmanuel Carballo, la “Revista Mexicana de Literatura”, colaboró en la revista “Siempre” y en 1960 fundó “El Espectador”.
Escritor y diplomático, Fuentes fue uno de los grandes literatos hispanoamericanos del siglo XX, siendo conocido especialmente por su destreza en la novela y el ensayo.
Carlos Fuentes Macías, nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. A los veintiséis años se dio a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), los cuales recibieron una buena acogida por parte de la crítica y el público.
Posteriormente, publicó otras obras, La región más transparente (1958), Las buenas conciencias (1959), hasta que llegó La muerte de Artemio Cruz (1962), con la que se consolida como escritor reconocido.
En 1962 escribió el relato Aura, de corte fantástico, los Cuentos de Cantar de ciego (1966) y la novela corta Zona sagrada (1967). Por Cambio de piel (1967), prohibida por la censura franquista, obtuvo el Premio “Biblioteca Breve” y por su extensa novela Terra nostra (1975), la cual le llevó seis años escribir y con la que se dio a conocer en el mundo entero, recibió el Premio “Rómulo Gallegos” en 1977.
En 1982 apareció su obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna, la cual se estrenó en Harvard. Dos años después recibió el Premio Nacional de Literatura y finalizó su novela Gringo Viejo, que había comenzado en 1948.
DISTINCIONES
Recibió el Premio Miguel de Cervantes en 1987 y ese mismo año fue elegido miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York. En 1990 publicó Valiente mundo nuevo y, en los años posteriores es condecorado con la Legión de Honor francesa (1992), la Orden al Mérito de Chile (1993) y el Premio Príncipe de Asturias (1994), entre otros numerosos honores.
Le otorgaron el Premio Real Academia Española de Creación Literaria en 2004 y posteriormente publicó Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008) y Adán en Edén (2009). Sus últimas obras aparecieron en 2011, el ensayo La gran novela latinoamericana y el libro de cuentos breves, Carolina Grau.
Además de su labor como literato destacó por sus ensayos sobre literatura y por su actividad periodística paralela, escribiendo regularmente para los diarios New York Times, Diario 16, El País y ABC.
Su intensa vida académica se resume con los títulos de catedrático en las universidades de Harvard y Cambridge (Inglaterra), así como una larga lista de sus doctorados honoris causa por las Universidades de Harvard, Cambridge, Essex, Miami, Chicago, entre otras.
FALLECIMIENTO Y LEGADO
Su obra literaria es extensa, novelas, guiones cinematográficos, cuentos, teatro y antologías, así como sus e innumerables premios y reconocimientos resaltan la gran importancia e influencia para numerosos autores, tanto de su propia generación como posteriores, y tras su muerte, en 2012, se instauró el Premio Internacional Carlos Fuentes, el cual es uno de los mejor dotados del mundo en español, en cuanto a la cantidad económica y la trascendencia en el mundo de las letras.
Carlos Fuentes falleció en la Ciudad de México el 15 de mayo de 2012, a los 83 años, debido a una hemorragia masiva originada por una úlcera gástrica. El 16 de mayo sus restos fueron homenajeados en el Palacio de Bellas Artes y posteriormente fueron cremados para ser depositados en el Cementerio de Montparnasse, en París, donde descansan los restos de sus hijos Carlos y Natasha.
“No me etiquetes, léeme. Soy un escritor, no un género”- CARLOS FUENTES
Referencias:
https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Fuentes
www.cervantes.es/bibliotecas
CRÉDITOS DEL AUDIO
Guion: área creativa del CECOM (Centro de Comunicación)
Locución: Carmen Inés Delgado Serrate y Juan Manuel Guzmán
Corrección de estilo: Aurora Palafox León, Xchel Aurora P. Palafox.
Logística en redes y apoyo técnico: Jairo León Perez Palafox.
Realización: Juan Manuel Pérez Guzmán para radio UJAT 107.3 F. M. de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
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