¿Qué es peor? ¿Entender algo mal o no entenderlo? Entenderlo mal, porque pasamos a no entenderlo y creer que sí lo hacemos. En cambio si no entendemos una cosa, somos expertos en potencia, aún estamos a tiempo de saber, y con más predisposición. ¿Entonces, si tenemos claro que es peor entender mal que no entender, por qué muchas veces elegimos entender mal? Tenemos la tendencia a sentirnos incómodos cuando hay lagunas en nuestro conocimiento, así que llenamos esos huecos de información con mil teorías. El problema es que acabamos por olvidar qué era lo que realmente sabíamos, y qué es lo que nos hemos inventado. Y también el problema es que derrochamos energía mental que podríamos emplear en cosas útiles o enriquecedoras. “Sólo sé que no sé nada” Sócrates Estos malentendidos ocurren mucho en las relaciones personales. Un ejemplo típico que puede verse en las empresas: un compañero llega tarde durante varios días seguidos y con cara de sueño. No entendemos por qué. El hecho es que llega tarde. Pero uno empieza a inventarse las razones por las que llega tarde, y llega a la conclusión de que está esperando a que le echen y ya no trabaja con el mismo ritmo de antes porque no tiene interés en seguir en la empresa, porque tiene otro trabajo. Así que nos hacemos toda una película digna de los Óscar, y malgastamos tiempo, energía y nuestras dotes imaginativas en llegar a conclusiones que nos alejan de lo que los hechos nos informan. Con lo cual, si antes éramos ignorantes y punto, pasamos a ser ignorantes convencidos. Pero resulta que otro compañero toma una decisión diferente, y en lugar de presuponer algo, le pregunta al que llega tarde si va todo bien. Y éste le cuenta que su mujer se ha puesto enferma y estos días le ha tocado ir a llevar a los niños al colegio. ¿Cómo salir de ahí? ¿Cómo pasar de ser un ignorante convencido que mal entiende las cosas a ser un experto en potencia que cuando no sabe, asume que no sabe y no llena esas lagunas de su mente con falsas creencias? La clave está en diferenciar entre los hechos y las interpretaciones. El hecho es lo observable objetivamente, y la interpretación es lo que nosotros pensamos, las ideas que conectamos a ese hecho. Si te acostumbras a que cuando vayas por el pasillo y un compañero no te saluda, en vez de pensar por qué no lo ha hecho, simplemente te quedas con el hecho, y gastas tu energía mental en cosas más prácticas en lugar de pensar que igual está enfadado o que es un grosero, pues te ahorrarás pasar malos ratos, tener discordias con tus compañeros de trabajo y, a fin de cuentas, evitarás ser un ignorante convencido. Ahora, si eliges tener teorías, al menos ya que no tienes toda la información, escoge teorías positivas, que te convengan más y que dejen a los demás de buenas personas. Es decir, que si decides presumir algo, aplica el “in dubio pro reo”. Porque si cuando no tienes información, eliges la más negativa, eso dice más información sobre ti que sobre la otra persona. A continuación, puedes oír la versión en audio de esta herramienta en el Podcast de la Caja de Herramientas de Filocoaching, en el programa Capital Street de Capital Bussiness Radio:
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