César Rendueles: “Se está viniendo abajo la idea de que si te esfuerzas y te hipotecas te va a ir bien”
El sociólogo César Rendueles ha publicado Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista, un ensayo que llega en un momento de descomposición del neoliberalismo.
Hay una serie de constantes en los ensayos que César Rendueles (Girona, 1975) ha publicado en los últimos tiempos. Cuando presentó Sociofobia (Capitán Swing, 2013) incidió en la desconfianza creciente y sostenida en el tiempo hacia la participación política igualitaria. En Capitalismo canalla (Seix Barral, 2015) denunciaba el discurso neoliberal que anima a desconfiar de la posibilidad de pensar colectivamente para encontrar normas que regulen la vida en común. Ahora publica, también con Seix Barral, Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista, en el que desarrolla esas intuiciones sobre la necesidad de recuperar o sacar adelante un proyecto de igualdad que sustituya a la atomización de la vida en común, una débil vida ciudadana estable, que ha dado paso a un largo periodo de irracionalidad colectiva.
Hace unos años hablabas en una entrevista sobre la cultura de la derrota, que tenemos instalada. Y ahora vas hacia un panfleto igualitarista, ¿has pasado a cierto optimismo militante?
La verdad que no soy muy optimista ahora mismo. Tengo la sensación de que vivimos un momento de cansancio y de desánimo en el activismo. Está muy desgastado por el ciclo político de los últimos años, en particular todas las dinámicas electorales que han sido, en mi opinión, terribles. No creo que este libro sea capaz de intervenir en esa alquimia tan compleja que caracteriza los ciclos de movilización exitosos.
El objetivo de este libro me lo dio Yayo Herrero, que me dijo hace años algo así como “últimamente intento hablar para gente que está más a la derecha que yo. A votantes de PSOE, o incluso del PP o de Ciudadanos. Intento que me inviten a foros llenos de gente que no me quiere escuchar”. La verdad es que me dio muchísimo que pensar, no porque desprecie, para nada, otro tipo de intervenciones dirigidas a profundizar en nuestras propias tesis. Pero sí me apetecía intentar escribir de una forma que pudiera ser, no asumido, pero sí discutido por gente de derechas. Al menos en lo que toca a posiciones igualitaristas, esa discusión es la condición de posibilidad de proyectos más ambiciosos. Algo así como una cierta transversalidad del igualitarismo.
Estamos asistiendo a una especie de derrota del neoliberalismo, al menos en el sentido de que se está refugiando en los estados.
Creo que hablar de derrota del neoliberalismo es optimista. Estamos asistiendo a su degradación, a su descomposición, que es una cosa un poco diferente. Eso que llamamos neoliberalismo es la respuesta, exitosa durante 40 años, a la crisis del proyecto keynesiano. Y ha llegado a su límite, no da más de sí. Se ha dado en el plano económico desde 2008, pero cada vez más en el plano político. Ya no funciona como proyecto de legitimación. Nadie se lo cree. Quien defiende el neoliberalismo ya sabe que no puede vender la moto de que está defendiendo un proyecto universalista, que nos va a arrastrar, de una manera o de otra, a un mundo mejor. Lo que pasa es que, claro, de una descomposición sale desorden, salen monstruos. Muchas veces nos imaginamos el capitalismo y el neoliberalismo como algo más sencillo de lo que es en realidad. El neoliberalismo y el capitalismo son muy complejos, y su descomposición también es muy compleja. No es necesariamente coherente ni ordenada.
¿Es entonces el momento de poner en marcha un proyecto igualitarista como el que planteas?
Aunque me molesta muchísimo esa idea de que las crisis abren oportunidades, esta crisis sí que nos obliga a intervenir de otras maneras. Y me da la sensación de que uno de los elementos que se está viniendo abajo con esa crisis de identidad es la ideología meritocrática, esa idea de que si te esfuerzas, eres muy bueno, no molestas mucho, estudias y te hipotecas, las cosas te van a ir bien. Ese entramado se está viniendo abajo a gran velocidad. En ese sentido, pienso que hay una gran receptividad a discursos igualitaristas, no competitivos, entre gente a la que seguramente hace no tanto le parecerían una auténtica marcianada. Creo que en esa descomposición se abren esos espacios de duda, de inquietud, de debate.
Hemos comprado el relato neoliberal sobre la burocracia. Con el covid se ha visto muy bien: hemos tenido problemas materiales, de falta de médicos, falta de hospitales, falta de mascarillas; pero ha habido también una gravísima falta de instrumentos burocráticos para intervenir donde hacía falta. Un ejemplo muy concreto, tengo un familiar que trabaja en un Ministerio, y me contaba que mucha gente de ese Ministerio, que quedó completamente paralizado durante el confinamiento, se ofreció voluntaria para ayudar, por ejemplo, con la tramitación de los ERTE… y no había recursos burocráticos para hacer todas las gestiones: establecer una supervisión, encargarles tareas, etc.
Frente a lo que suele parecer, tenemos un gravísimo déficit burocrático. De hecho en España hay muchos menos funcionarios per cápita que en otros países como Alemania. Y, precisamente, ese déficit burocrático se suple a través de protocolos. Tienes la sensación de que la burocracia lo inunda todo por las exigencias de cumplimentar formularios, de supervisiones absurdas, de papeleos, porque esa es la manera en la que se suple la ausencia de capacidad de gestión y eficacia real. La burocracia, como cualquier herramienta pública, tiene una cara muy oscura, extremadamente oscura; es algo que se diagnosticó desde el primer momento, en el siglo XIX cuando se estaban creando todas esas herramientas de racionalización del Estado. Es una cara extremadamente autoritaria, represiva; pero también es la condición de posibilidad para políticas públicas eficaces.
Comentarios