La Ciencia Espiritual tiene que mostrarnos en cada ámbito, la relación entre los mundos espirituales y el mundo que percibimos a través de nuestros sentidos, mientras estamos en nuestros cuerpos terrenales, y que tratamos de captar a través de pensamientos intelectuales. En varias conferencias, hemos estado especialmente ocupados considerando la conexión existente entre la vida del alma del hombre, a medida que prosigue entre la muerte y el nuevo nacimiento, y la vida que transcurre aquí, mientras está encarnado en un cuerpo físico. Debemos tener siempre presente que el hombre, mientras viva dentro de su cuerpo físico, dirige sus pensamientos hacia esa esfera que ha de experimentar después de la muerte y hasta el nuevo nacimiento. Los pensamientos que dirigimos a esa esfera, no pretenden satisfacer la mera curiosidad, sino porque a través de nuestra Ciencia Espiritual, siempre hemos tenido la convicción, de que al dirigir nuestro pensamiento hacia ese otro mundo, podemos contribuir a ennoblecer y vigorizar en el mundo, los conceptos necesarios para nuestro actuar, pensar, sentir, etc. Debemos aferrarnos firmemente a la idea, de que muchos de los secretos de la vida solo pueden resolverse, si tenemos el valor de abordar lo que podríamos llamar el enigma de la muerte. Hoy, para poder considerar la relación entre el mundo espiritual y el mundo sensorial, desde un punto de vista especial, podemos comenzar con una observación trivial, pero que contiene profundos sentimientos. Partiremos del hecho del que hemos hablado a menudo, del paso del hombre a través del portal de la muerte. Repito, partimos de algo que ocurre todos los días, pero que está relacionado con experiencias muy profundas, que atenazan al hombre en las profundidades de su alma. Como saben, cuando nos encontramos cara a cara con una persona aquí en el mundo físico, nos formamos pensamientos que nos acercan a él. Rodeándolo con sentimientos de simpatía o antipatía, etc. Quizás sintamos amistad u hostilidad por él.
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