El práctico exterminio de los indígenas de Centroamérica (debido en gran parte a las enfermedades que contrajeron con la llegada de los conquistadores) y su sustitución por hombres y mujeres africanos, más dotados físicamente para el trabajo duro que les encomendaban, ha marcado el cariz cultural y, por tanto, religioso de la población de países como Cuba, Haití y Puerto Rico.
La santería es un claro ejemplo de sincretismo religioso: muchos de los santos, en principio católicos, a los que se da culto en Cuba esconden dioses de la mitología yoruba, etnia de origen nigeriano a la que pertenecen gran parte de los negros que pueblan la isla caribeña. Por ejemplo, la famosa virgen de la Caridad del Cobre (tema central de un conocido bolero, que exalta más las connotaciones sexuales que el respeto por la divinidad) tiene un color oscuro en su piel y unos rasgos inequívocamente mulatos. Del mismo modo, Shango, el dios del trueno, se convierte en santa Bárbara, patrona de la artillería, como el poderoso Orunmila se disfraza de san Francisco, la diosa Orunbala pasa a ser Nuestra Señora de la Merced o Elegba es san Pedro. Uno de los cultos más curiosos es el que se da a Babalú-Aye o san Lázaro. En la iglesia del Rincón, a unos veinte kilómetros de La Habana, se celebran romerías que han aumentado su número de devotos al agudizarse los problemas económicos. En este culto, los fieles identifican sin problema ambas divinidades en una sola, como si se tratase de un sólo dios con dos caras; en una de las canciones que se cantan durante la peregrinación, el texto es explícito:
"Ay San Lázaro Bendito,
Mi viejo Babalú-Aye,
Yo te debo, yo te cumplo".
Los fieles piden a la divinidad afro-cubano-católica salud y mejoras económicas, y ofrendan flores, limosnas y velas encendidas. A lo largo del camino, los devotos se arrastran por el lodo y el polvo, cargan pesadas piedras y enormes cruces, y recorren penosamente durante horas el trayecto que lleva al santo/divinidad, que originalmente protegía contra la lepra, la sífilis y la viruela, y ahora se ha "especializado", siguiendo el signo de los tiempos, en la prevención del sida.
La santería cubana o el panteón yoruba en América
Los dioses menores de la santería son llamados orishas, exactamente igual que los del panteón yoruba y transmiten su poder mágico, llamado ache, a los sacerdotes o santeros. Sus ritos incluyen la adivinación y las danzas al ritmo de tambores, entonando salmodias, como reflejó en algunos poemas el escritor cubano Nicolás Guillén. Una característica típicamente africana de la santería es que es un tipo de religión popular, destinada principalmente a solucionar los problemas cotidianos de la gente, que los consulta con el santero. Éste desempeña un papel complejo que incluye los de gurú, astrólogo, asistente social, brujo y consejero. La supersitición se funde con la religiosidad; por ejemplo, los santeros saludan a la gente con una reverencia mientras apoyan las palmas, cruzadas, sobre los propios hombros: jamás dan la mano porque creen que los espíritus malignos o benéficos pueden pasar de un cuerpo a otro con el contacto físico.
En otros países con etnia de origen yoruba, como Trinidad, ocurre más o menos lo mismo: divinidades africanas con máscara cristiana. Por otra parte, muchos de los ritos de la santería han sido exportados a varias zonas de Estados Unidos, debido a la emigración de numerosos grupos anticastristas. El sincretismo está muy arraigado en otros países latinoamericanos (por ejemplo, el culto Winti de Surinam, de formas protestantes pero cuyo fondo es claramente africano o el culto Macumba de Brasil), pero el caso cubano es el que despierta más interés por su riqueza ritual.
El vudú haitiano: Loa, zombis y posesiones
El influjo de las religiones de varias zonas de África (Benín, Nigeria, Zaire) converge en los ritos y la cosmogonía de los habitantes de Haití, quienes, no obstante, dan un rostro católico al culto. Sin embargo, es fácil ver que su concepto de dios es mucho más africano que cristiano: una divinidad que está por encima de todo y a la que, salvo en casos excepcionales, no hay que molestar con los problemas humanos. Lo cotidiano se confía a dioses menores (típicos de las religiones del África Negra) y a espíritus que se comunican con sus fieles y, en ocasiones, poseen a los que participan en determinados ritos. Estas celebraciones se acompañan de velas encendidas, sacrificio de animales domésticos y danzas al frenético ritmo de los instrumentos de percusión.
Su origen se remonta a la dominación francesa de la isla, que aportó los elementos católicos. La teología principal y los detalles mágicos fueron aportados por la población negra que fue llevada a la isla, de las etnias fon, yoruba y kongo principalmente. De hecho, la palabra vudú proviene de la palabra fon, espíritu (vodun).
Como en el caso de la santería, los dioses del vudú están por debajo de una divinidad central y lejana, y son identificables con santos cristianos. Son llamados Loa y se les ofrecen celebraciones en pequeños templos, donde el sacerdote (houngan) o la sacerdotisa (mambo) dirigen las plegarias y danzas, y actúan también como consejeros: los fieles les piden ayuda, curación (tienen conocimientos de medicina tradicional) y protección contra la brujería. En ocasiones, algunos devotos entran en trance y son poseídos por los Loa, lo cual aprovechan para dar consejo (inspirado sobrenaturalmente) o curar. A veces un Loa maléfico, los llamados Petro Loa, se cuela en el rito y posee al devoto, de forma bastante más violenta que los benéficos, llamados Rada Loa.
Tal vez el aspecto más célebre de los cultos vudú sea el zombi popularizado por la literatura cinematográfica del terror. De los zombis se dice que son cadáveres resucitados por los sacerdotes y utilizados para las labores agrícolas como autómatas sin voluntad. Una versión más racionalista del fenómeno sostiene que en realidad se trata de personas vivas a las que el sacerdote ha administrado unas sustancias sobre la piel. Este veneno las paraliza y les da aspecto de zombis.
Pese a las prohibiciones de la Iglesia católica durante siglos, el vudú ha pervivido y cree en él un ochenta por ciento de la población actual de Haití. Tal vez por ello la Iglesia se ha resignado a convivir con él y ha cesado la persecución.
Comentarios
Javier Sierra,Santiago Camacho,Iker Jimenez,y Jose Manuel Nieves,hacen que la radio y los medios de comunicación,sigan interesando,es un placer oír divulgadores informados debido a una gran investigación,en todas las facetas.
Admirable y entusiasta Javier Sierra,gran escritor y narrador sin igual,felicidades¡¡¡¡¡¡
Magnífico relato¡¡¡
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