Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
En estos tiempos de pascuas mantenemos la alegría en el cuerpo y en el alma, dando gracias a Dios por la regeneración de nuestra vida y recibir un nuevo régimen de gracia que nos procura el convivio eterno en La Casa del Padre: Su Corazón, Su Amor. A la vez que hemos reducido las penitencias por estos tiempos de felicidad, no obstante, tengamos la prudencia y la buena gana de disponernos al ayuno y a la oración en momentos importantes de cualquier obra de misericordia, más aún en las prédicas, donde El Espíritu Santo va a dignarse en morar en nosotros para expresar la voluntad de Dios.
Tengamos en cuenta, pues, que nada está escrito en piedra y que debemos tener buenos criterios para la obra de Dios. Pon conciencia y no dejes que te guíe la pereza, ni la disipación; porque eres un instrumento de Dios, Quien te ha dado talentos para que lo pongas a Su servicio, ayudando a tus hermanos que te necesitan y más necesitan de Dios. Dispón, pues, la diligencia y la caridad para con Dios, tus hermanos y para ti que te debes salvar ejercitándote y trabajando en el Plan que Dios ha preparado. A eso has venido al mundo, no para que seas del mundo, sino, para que estando en el mundo cumplas tu misión encomendada por Dios. ¿Cómo lo sabré? ¿Qué pasos debo seguir? Ponte en oración y si es muy importante tu gestión, ayuna además, porque la oración sumada al ayuno, sube como el incienso, como una ofrenda agradable a los Cielos, a La Casa de Dios, para Dios, para que Él Sea glorificado y te envíe Su Santo Espíritu y te pongas por obra a mantener y hacer grande tu santidad y la de tus hermanos, para que sean salvados y gocen eternamente de La Presencia de Dios.
Ahora que sabes para que Dios te ha elegido, no seas gravemente dañoso y perjudicial para tu alma y la de tus hermanos, ambos necesitan salvarse y servir a Dios que los ha creado. Mira que tan importante es la oración a la que nos exhorta JPII: «Es necesario estar dispuestos a renunciar a cualquier cosa legítima con vistas a un bien superior. Sobre todo hay que ser conscientes de que todo se puede obtener de Dios con la oración». Juan Pablo II, 1-IV-2003. Es decir, que renunciando a las vaguedades que ofrece el mundo podemos estar dispuestos a hacer un bien superior, nuestra salvación, esta que podemos lograrla con la oración que le hagamos a Dios, pues, Dios quiere que nos salvemos, y de Él la obtendremos con la oración, que es el medio con el que nos comunicamos con Dios.
San Alfonso María de Ligorio: «Nos disteis con el gran medio de la oración la llave de todos vuestros tesoros; y nosotros, por empeñarnos en no rezar, vivimos siempre en la más grande miseria espiritual» ... Porque Dios tiene infinitas gracias, que son tesoros del Reino de Los Cielos que Dios nos quiere dar, pero no nos la da porque no pedimos, y si no pedimos no tenemos los tesoros, y si no tenemos los tesoros, ciertamente que somos pobres y andamos en la miseria.
Y luego para caer en la cuenta de que anterior a la obra es necesaria la oración también dice San Alfonso: «¿de qué sirven las prédicas, las meditaciones y todos los otros medios que dan los maestros de la vida espiritual sin la oración, cuando el Señor ha dicho que no quiere conceder sus gracias sino al que reza? Pedid y recibiréis»… Y también: «Sin oración, según los planes ordinarios de la providencia, inútiles serán las meditaciones, nuestros propósitos y nuestras promesas»
El salmo así mismo nos exhorta: «Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra?... Pues, el hombre cantando a Dios, lo que hace es rezar más intensamente que cuando solo reza, porque dice San Agustín: «el que canta reza dos veces» Así, cantando a Dios elevamos el potencial de nuestras súplicas, y Dios conmovido por la intensidad nuestra dirige nuestras vidas, gobernando Él el mundo por medio de nosotros.
Por su parte El Divino Redentor asumió la carne mortal para enseñarnos hablar con El Padre de la manera más íntima, pues, comienza diciendo lo primero: «Padre», y luego dice «nuestro»; es decir, la dirección total y primera al Padre, pues, Él Es el centro de nuestra vida, por ello dice «nuestro», porque Dios es para nosotros, porque en nadie se ha interesado como en nosotros, y nos lo ha demostrado dándonos la salvación por medio de Su Hijo Jesucristo, Quien es la marca del Ser del Padre; pues, es en Cristo en Quien encontramos al Padre, ya que Él Mismo nos dice en El Evangelio de hoy: «El que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me envió; y el que me ve, ve al que me envió»
La revelación Dios nos la ha dado para nuestra salvación ¿Se ha escuchado de alguien que se haya salvado sin cumplir lo que Dios manda? Es, pues, necesario ser adiestrado para que conociendo Los Mandatos de Dios el ignorante se instruya. Y si el ignorante no lo desea por propia voluntad y sin mayores reparos, y sin importarle nada su salvación, despreciando La Palabra de Dios que lo revela perfectamente Su Iglesia, éste pobre hombre se condena, porque bien dice El Divino Maestro: «Si alguno oye mis palabras y no las observa, Yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvarlo» Pero si en otro lado dice que Es El Justo Juez, ¿cómo es que aquí dice que Él no juzga? Pues, El Señor Jesús se manifiesta en tiempo presente, en ése instante en que enseñaba este pasaje de La Sagrada Escritura; es decir, que vino a enseñar y no a juzgar en ese momento de Su primera venida; pero ciertamente que después de su estancia en este mundo y cuando ya todo había sido revelado, sí asumió Su rol de Justo Juez, por ello dice seguidamente: «El que me rechaza y no acepta mi palabra, ya tiene quien lo juzgará: la palabra que Yo he hablado, ella será la que lo condenará, en el último día» Es decir, que La Palabra que Es Él, El Verbo que se hizo carne ya ha hablado, antes de Su venida y luego, en Su venida: Antiguo y Nuevo Testamento; todo cuando tuvo que revelar El Padre, ya lo ha hablado Su Hijo, y Su Iglesia le ha dado orden por orden de Él; es decir, que La Palabra de Dios fue agrupada en lo que llamamos hoy Las Sagradas Escrituras. Esta, en efecto, es la Verdad revelada que nos salva por medio de Su Iglesia que es Sacramento de Salvación, pues, de ella obtenemos todos los Sacramentos que el hombre necesita para que se salve. Ya que si no te confiesas, no puedes comulgar, y si no comulgas tomando El Cuerpo de Cristo no te salvas. Así mismo en el sacramento del matrimonio, el cual es necesario para que te juntes en el débito conyugal con la persona que amas, pues, no tomando este sacramento, ciertamente tienes el alma muerta.
Mira pues, la importancia de La Iglesia en nuestras vidas, nos da los Sacramentos instituidos por Dios, nos confecciona oraciones para hablar santa y exactamente lo que le tienes que decir a Dios, y nos ha armado toda La Santa Biblia, y más aún, nos la interpreta por orden del Justo Juez.
Por tanto La Verdad Revelada, La Santa Biblia, Es La Palabra de Dios, El Verbo de Dios, El Mismo Jesús, El Justo Juez; porque si Él Es El Verbo, La Palabra de Dios, Él juzgará, por ello dice: «El que me rechaza y no acepta Mi palabra, (Es decir, a Él Mismo) ya tiene quien lo juzgará: la palabra (Es decir, Él Mismo) que Yo he hablado, ella (Es decir La Palabra, Él Mismo) será la que lo condenará, en el último día» Es así que quien no cumple Los Mandamientos de Dios, rechaza a Dios, y rechaza todo lo que Él nos ha revelado; así también, está incluido en Su revelación, en Su Palabra, la institución de Su Iglesia y la de todos los sacramentos que La Iglesia conserva y otorga para que el hombre se salve; y así quienes obedezcan La Palabra de Dios por medio de Su Iglesia se salvará, porque dice El Mismo Señor Jesús: «El Padre, que me envió, me prescribió lo que debo decir y enseñar; y sé que su precepto es vida eterna»
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobre abundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Como siempre los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar: El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6, 54)
En El Nombre del Padre, etc.
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