Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
La actitud honorable y de valentía de Jesucristo de que a pesar que puede ser apedreado y muerto en varias ocasiones por declarar que Es Dios, nos anima a mantener la fidelidad entorno al Sagrado Evangelio; pues, si Cristo confirma lo que El Padre le ha revelado ¿Cuánto más nosotros debemos confirmar lo que Cristo que Es Dios también nos ha revelado?
Esta es la vida del cristiano, recibir El Sacramento de La Confirmación para confirmar El Sagrado Evangelio, para dar paso a La Palabra de Dios que actúa grandemente en la historia de la humanidad como Luz entre las tinieblas, para dar esperanza a quienes la necesitan y abrir los corazones endurecidos que aún se niegan a conocer al Amor de los amores.
Esta es nuestra fe, la de la esperanza también, de aquella que nos recuerda Jeremías hoy cuando dice: «El Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo»…
Esa afirmación es la que llena de fe hace que la esperanza sea nuestra compañera y nos de la seguridad que necesitamos en los momentos difíciles, por ello debemos decir: «está», tiempo presente y afirmativo: «El Señor está conmigo»… y no solo basta esta, sino que prosigue el salmista refiriéndose a que el hombre que se abandona con fe firme en Dios no verá el triunfo de los que atentan contra él, porque dice: «mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Y más adelante: Porque a ti encomendé mi causa.»…
Una fe inquebrantable que hasta el fin manifiesta que si el hombre se acoge a Dios, no verá derrota alguna en él, pero debe ser una fe fortísima y llena de entereza, no solo en la vida terrenal, sino, en la vida espiritual también, porque en esta es donde es mejor cumplida la promesa, ya que en la vida terrenal con fe se puede lograr casi todo, y lo que no se puede lograr es por la libre voluntad del hombre, de aquél malvado que aunque Dios le toca la puerta para que cambie, éste no lo acepta y atenta contra sus hermanos y por ello es que aún el pecado degenera la creación.
Más en cambio, en la vida espiritual, el hombre que actúa con fe, dependerá de él y de la gracia que Dios le dé para que pueda triunfar contra los espíritus del mal que lo quieren llevar al infierno. En esta batalla se asegura la victoria, pues, teniendo a Dios de nuestro lado, solo nuestra voluntad es la que nos puede traicionar y nadie: ninguna otra persona puede ir en contra de nosotros para que cometamos algún pecado, esta batalla no tiene hombres que te maten el alma, son los espíritus, son los demonios los que atentan contra tu alma, y estos si pueden ser repelidos por la gracia de Dios que por intermedio de María Santísima obtenemos para nuestra perseverancia hasta nuestra salvación.
Esta gracia llega a nosotros y nosotros luchamos contra nuestras miserias y los demonios que quieren tentarnos para nuestra caída, a ellos si los detenemos y Dios también los puede detener, al hombre no se le puede detener del todo, en ocasiones si, y en ocasiones no. Y si se puede detener al hombre en ocasiones porque el hombre que quiso atentar contra nosotros pudo arrepentirse, o porque simplemente Dios que Es Todopoderoso, así lo quiere, y ante el nombre de Jesucristo, toda rodilla se doble, en El Cielo, en la tierra y en el infierno, para gloria de Dios Padre, dice El Señor.
Por tanto, la fe nos debe confirmar en las virtudes necesarias para salir airosos de nuestras miserias y de quienes quieren atentar contra nuestras vidas, sobretodo la vida del alma. Así lo hizo Jesús que saliendo airoso de manos de los judíos que querían apedrearlo, sin más resolvió seguir su proclamación divina y mesiánica, y dio duro golpe a sus enemigos, diciendo: «El Padre es en Mí, y que Yo Soy en el Padre»… Es la clara unificación del Padre y del Hijo en El Misterio de La Santísima Trinidad:
1. El Padre «ES» en Mi, queriendo decirnos Cristo que la palabra «ES» da el significado de que: «El Padre existe y Es lo que Es dentro de Mi»,
2. Y luego cuando dice: «y que Yo Soy en El Padre»; es decir, que la palabra «Yo Soy», da el significado a toda la frase de que: «Jesucristo existe y Es lo que Es dentro del Padre».
3. Por tanto, El Padre Existe en Cristo y Cristo Existe en El Padre.
4. El Padre Está dentro de Cristo y Cristo Está dentro del Padre.
5. El Padre Está dentro de Cristo: Si el Padre Es Dios y Dios no puede ser contenido por nadie, porque Dios Es Incontenible porque Es Infinito, solo Quien puede contenerlo lo hará porque también Es Dios que puede contener hasta lo incontenible para cualquiera, y Ése que lo puede hacer Es El Hijo, Jesucristo nuestro Señor, Quien dice: «El Padre «ES» en Mí.»
Siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea que el Hijo es "consubstancial" al Padre (Símbolo Niceno: DS 125), es decir, un solo Dios con Él. CIC 245.
Por otro lado, El sagrado Evangelio de hoy nos narra que Jesucristo también afirma no solo Su filiación Divina, sino, Su misión Mesiánica cuando dice: «Aquel que el Padre consagró y envió al mundo»…
El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor. cf. Is 11, 2: «Sobre Él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Seño».
Su eterna consagración mesiánica fue revelada en el tiempo de su vida terrena, en el momento de su bautismo, por Juan cuando "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38) "para que Él fuese manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su Mesías. CIC 438.
A la vez debía ser ungido como rey y sacerdote. cf. Za 4, 14; 6, 13: «Son los dos Ungidos que están de pie junto al Señor de toda la tierra».
Pero también ungido como profeta (cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey. En donde Isaías dice: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobreabundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar: El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6, 54)
En El Nombre del Padre, etc.
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