Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
El santo abandono requiere de una fe de mucho arraigo, de mucha entrega por el avance de la santidad en nuestras vidas y que es producto de la perseverancia constante y creciente, pues, con una vida espiritual de mucha entrega, Dios Buenísimo nos otorga la gracia que más necesitamos. Esta gracia, en efecto, será entregada por nuestras peticiones si es para el bien de nuestras almas y mayor gloria de Dios.
El santo abandono es la renuncia “total” de ti mismo en la que entregas tu propio dominio o posesión de todos tus bienes para entregárselos a Dios.
En cuanto que es una renuncia “total”, es referido a que tu destino con todo tu ser alma y cuerpo es donado a Dios. Aunque el hombre, en efecto, no pierde realmente todo su ser, pues, por propia voluntad actúa para sus menesteres en su vida cotidiana y va usando su inteligencia para desplazarse a hacer cuanto necesita, y ello desemboca en aciertos y desaciertos.
En cuanto que tiene aciertos en el Santo Abandono decimos que el hombre puede tenerlos por propia voluntad y por su propia inteligencia y sabiduría que aunque Dios se la dio, el hombre por propia voluntad llevó a cabo un suceso, pero esta voluntad es la que está sometida a La Divina Voluntad, por lo que el hombre actúa según el querer de Dios, pero por la libre voluntad del hombre que ha deseado someterse a los designios que Dios tiene preparado para él.
Si bien es cierto el hombre tiene su propia voluntad, y todo cuanto haga es su propio mérito, no es menos cierto que el hombre puede actuar mejor por la guía de Dios; es decir, que Dios le manifiesta las gracias que le hombre necesita en cada momento de su vida para que el hombre tome mejores decisiones y decisiones según el Plan que Dios tiene específicamente para él. Pues, teniendo Dios un Plan de Salvación – general – para la humanidad, lo hace específico para cada hombre; como si fuera una denominación en marketing del one to one: el uno a uno, en donde la empresa le da un servicio personalizado a cada cliente dentro de los más importantes, algo que no puede hacerlo con todos los consumidores.
En cambio Dios que Es Todopoderoso ejerce este “one to one: el uno a uno de servicio personalizado con cada uno de Sus hijos que se lo pidan, con cada uno de los miles de millones de hombres que hay en el mundo. Ninguna empresa transnacional y ningún magnate lo podría hacer. Esto es lo maravilloso de Dios, ¡Todo Un Dios Omnipotente al servicio del minúsculo hombre! Y esto es lo que el hombre se pierde: Que pueda ser guiado por Dios. Nada más y nada menos que eso. Pero el hombre ensimismado en su arrogancia y orgullo, no apela a ello y se arroja al mundo a buscar sus propios e insignificantes designios.
Ese es el atrevimiento del hombre que es por así decirlo: Como la minúscula parte de la millonésima de un grano de arena del mar. ¿Quién podría más, el hombre o esta minúscula parte de la arena? A todas luces que el hombre por su mayor capacidad, pero si la minúscula parte del grano de arena tuviera capacidad para hablar y dijera que puede más que el hombre, ¿qué podríamos pensar nosotros los hombres de ellas? Efectivamente, que ellas son orgullosas a más no poder.
Así el hombre por soberbia ha apartado a Dios de su vida y piensa que todo lo puede afianzado en sí mismo y en la interrelación con los demás, que de algún modo le darán las satisfacciones efímeras de este mundo.
Por ello dice hoy en La Primera Lectura el Profeta Jeremías: "Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor". En cuanto que maldición es la reprobación de Dios hacia el hombre, que en este caso solo confía en él y no en Dios. Y el hombre mismo se maldice porque se aparta de Dios por su soberbia, por lo que el hombre se convierte en ruin y miserable ante los ojos de Dios, porque ha perdido todo lo contrario que gana el hombre que se fía en Dios: Su bendición.
Por tanto quien confía en sí mismo está maldito, es decir, es miserable porque se ha alejado de la gracia de Dios, y quien no está en gracia de Dios, ciertamente es un alma muerta y condenada; esto sin ánimo de dar un mensaje apocalíptico pero que es totalmente cierto. Aunque hay quienes dirán de nosotros que somos fanáticos y que exageramos con posturas de condena, como lo hacen muchos critianófobos y quienes se han alejado de Dios y en consecuencia no llevan una vida espiritual, y justamente porque no son perseverantes en la gracia, la pierden y pierden el carácter de la acción de Dios en nosotros... de la presencia activa de lo que es «más que nosotros», porque la gracia es un don gratuito y gozoso que Dios nos da. Por tanto, decimos de quienes nos tildan de exagerados y fanáticos, que ellos lo son, que son exagerados en no creer que deben vivir en la gracia de Dios, más aún, vivir en La Divina Voluntad que Dios ha preparado para ellos, y que ellos, efectivamente, son los fanáticos que hablan toda cosa contraria a lo que nosotros creemos. Más aún con quienes habiendo mantenido un caminar cerca a Dios y a La Iglesia Católica se han alejado, porque ellos pudiendo investigar a fondo su fe se han alejado sin más ni menos, y han preferido otras doctrinas y a éstas si estudiarlas a fondo, o lo que es peor aún, que sin estudiarla incisivamente creen tener fundamentos sólidos que solo se caen como un castillo de naipes.
Estar fuera de la gracia de Dios es hacer del alma una execración, es decir, que el ser: el alma y cuerpo, pero sobre todo el alma pierde el carácter sagrado con el que fue creada, por una conducta de profanación, es decir, que trata el alma que es sagrada sin el debido respeto, y la aplica a usos profanos, que puede ser cualquier tipo de pecado mortal. Esa alma se ha logrado deslucir, desdorar, deshonrar, se ha prostituido en cualquier tipo de pecado que ofende gravemente a Dios. Así, un alma que se ha retirado de la presencia de Dios cometiendo un pecado grave está maldita si muere sin la reconciliación, algo que por cierto solo Dios podrá conocer, porque bien dice La Primera Lectura: "Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones."
El CIC 154 No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad «presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela» (Concilio Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con Él.
(Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q. 2 a. 9; cf. Concilio Vaticano I: DS 3010). En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: «Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia».
Por ello querido hermano y hermana, El santo abandono tiene sus frutos, porque recibe de Dios todo cuanto Dios Omnisciente vea por conveniente para Su hijo, y es que así nos dice el salmo hoy: "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor." Será como un árbol / plantado al borde de la acequia: / da fruto en su sazón / y no se marchitan sus hojas; / y cuanto emprende tiene buen fin. Dice El Señor.
Es, pues, el infierno, también aquello en que muchos no creen, porque quien ha perdido su fe, ha perdido la fe en toda revelación.
El infierno es ausencia de Dios. "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Jn 3, 14-15).
CIC 1033: Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".
"Gehenna" y el "fuego que nunca se apaga" (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48)
cf. Mt 10, 28: 28 No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles [...] que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo" (Mt 13, 41-42: El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de mí malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41).
Hoy El Sagrado Evangelio nos dice sobre El rico Epulón y el Pobre Lázaro: Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Es decir, que al mendigo lo llevan al Cielo, y al rico impío (falto de piedad) cae en la fosa (lo enterraron), por aquello que dice en el salmo 94, 12-13: Feliz el que es educado por ti, Señor, aquel a quien instruyes con tu ley, para darle un descanso después de la adversidad, mientras se cava una fosa para el malvado.
El rico Epulón dice: «manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.» Por este pasaje bíblico y los precedentes, se deja asentado en La Iglesia sobre el fuego que existe en el infierno: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes"» (Constit. Dogm. LG 48).
Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. En donde los bienes del mundo arrastraron al rico Epulón hacia la condena, al punto que no tuvo misericordia del pobre Lázaro que se alimentaba de las migajas que caían de la mesa del rico, e indolente, el rico, no hacía nada, aun cuando veía que al pobre los perros le lamían las heridas. No tuvo misericordia de alto grado, por lo que su pecado cae en materia grave. Si no se da una limosna y caridad siendo solo en materia leve, según el sentir el corazón del hombre y según Los Mandatos de Dios y de Su Iglesia, puede ser pecado venial o capital, pero es mejor no asomar si quiera a ellos, porque te arrastran al pecado mortal.
Así mismo, los males que el hombre pueda recibir, pueden ser materia de purificación si es que se está en «estado de gracia» y se hace «el ofrecimiento de los males» a Dios, recordando que el cristiano lleva una vida de cruz por estar asociado a la pasión y muerte de Cristo, pues, todos formamos un solo Cuerpo que Es La Iglesia. Recordemos también que después de la tribulación existe la gloria, el dolor redime y purifica nuestra alma de los pecados cometidos, así es que el pobre Lázaro achacado de los males tuvo la recompensa del Cielo, mientras que el rico Epulón padece.
«Entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.» Es la brecha marcada que hay entre los que están en el infierno y lo que están El Cielo, nadie puede estar en un lado y en otro. Esto en cuanto que debe haber un verdadero propósito de cambio y orden en nuestras vidas, porque de nada serviría las duras penitencias y faenas, así como el martirio de grandes santos de La Historia de La Iglesia. Nadie, pues, haría una vida de desorden con dos o más mujeres, robos, drogas, explotación, trata de blancas y niños peor aún, sexo libertino, estafa, etc. y luego sin más ni más tenga que ir al Cielo, versus quien en una vida espiritual se cansó de hacer obras corporales y espirituales de Misericordia: Ayudar a los pobres, rezar, instruir al que no sabe, etc. manteniendo el ansiado estado de gracia por encima de todo y afanándose por dejar todo lo que ayuda a la degeneración de la humanidad, todo lo que el mundo ofrece como tentación para la profanación y condena de su alma.
En otras palabras, en El Cielo, el Santo no puede estar con el pecador empedernido, la víctima no puede estar con su asesino. Decir que si se puede y que no hay problema en tener un affaire, un desliz con otras mujeres de cuando en cuando y cualquier otro tipo de maldad y desorden en materia grave, y ganar El Cielo, es propio de aquél que ha perdido el sentido de la revelación y la enseñanza que Dios nos da, así como que ha perdido el camino de la vida espiritual por aferrarse a la vida terrenal: Dos caminos opuestos.
«No harán caso ni aunque resucite un muerto.» Con estas palabras nos manifiesta pues, que ya hoy muchos no han creído en Cristo Resucitado, que ascendió a Los Cielos porque lo vieron 40,000 gentes, y está sentado a La Derecha del Padre. En estos incrédulos pesan sobre ellos las penas que no quisieron creer. Recordemos pues, que un hombre fue a decirle al Santo Padre Pío: Padre, no creo en el infierno, a lo que el Santo respondió: No te preocupes, cuando llegues creerás, cuando llegues creerás.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobreabundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar:
El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre,
tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día.
Dice el Señor (Jn. 6,54)
En el nombre del Padre, etc…
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