Locución: Manuel López Castilleja
Fondo musical: Bach_Cello Suite N1 in G
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Capítulo 10
La buscaron por todas partes -continuó la señora Pinkerton-. Pero no hallaron ni rastro de Lucy Grey.
La policía interrogó a todos los que habíamos estado con ella. En el hotel nadie la había visto ni había escuchado nada.
Al parecer, yo era la última que había tenido contacto con Lucy antes de que desapareciera.
Les conté todo, por supuesto. Les dije que desde el día anterior ella no se sentía bien. Les dije que temía desaparecer. Les dije que estaba . .. que se creía ... hechizada.
Pensé que la policía se me iba a reír en la cara, pero no. En su lugar, dijeron: "Interesante". Supe que también interrogaron a la señorita Larden. Pero no pude saber de qué se habló en esa
entrevista. Al día siguiente ella ya se había marchado del hotel y no se volvió a mencionar su nombre. Confieso que sentí alivio. ¿Y si en verdad era una bruja y ahora venía por mí? No sabía qué pensar ...
La mañana en que regresamos a Oxford hablamos con la policía. Nos dijeron que tenían dos hipótesis. La primera era que estaba huyendo de algo, y había inventado lo del hechizo para disimular su huida. Según esta teoría, Lucy Grey era una
simuladora, una de esas mujeres que fingen ser lo que no son con algún propósito oculto.
La segunda era que se trataba de una mujer desequilibrada. En ese caso, tarde o temprano la encontrarían en otro lugar, diciendo que había perdido la memoria, o que era otra persona.
Afirmaron que había casos así.
Tu padre, lógicamente, se inclinaba por la segunda opción.
-No quería mencionártelo -me dijo-, pero desde el comienzo sospeché que algo no andaba bien con tu amiga. Tenía un comportamiento demasiado extravagante para estar en su sano juicio. ¿No piensas así, querida?
Una vez más me quedé sin argumentos para contradecir a tu padre.
Me sentía muy confundida. Todo lo que me había contado Lucy sonaba tan verdadero. . . tan real . . . Pero no podía ser cierto. Yo tenía que ser razonable, o iba a volverme loca. Entonces decidí poner punto final al asunto, y me dije: "Nadie desaparece por un hechizo. Y las brujas no existen".
-iPero sí existen!
La señora Pinkerton gritó, levantándose de su sillón:
-iAhora lo sé! iTodo era cierto! -con su bastón apuntó hacia el muro de la casa vecina-. iEsa bruja hizo desaparecer a mi amiga!
Un trueno estalló sobre sus cabezas. La sala pareció estremecerse y se escucharon los postigos de una ventana, en el piso superior de la casa, batirse con las ráfagas del viento. Las luces de la sala descendieron bruscamente, y por un instante los dos permanecieron en penumbras.
-iJesús ... ! -exclamó Edmund, incorporándose de su sillón-. No recuerdo una tormenta así. .. -comenzó a decir, cuando ...
. . .la sala quedó completamente a oscuras.
-iEdmund!
-Tranqui la. Es solo un corte de luz por la tormenta ... la electricidad regresará enseguida.
Desde afuera solo se escuchaban el bramido del vendaval y el rumor del agua que desbordaba las calles.
-¿Madre?
Capítulo 11
En la oscuridad de la sala se oyó un sonido sordo, como si algo se hubiese derrumbado sobre la alfombra.
-¿Madre?
-Estoy aquí. ..
Las luces de la sala se encendieron nuevamente.
Edmund vio a su madre con la espalda apoyada contra la pared. Tenía los ojos muy abiertos y con las dos manos empuñaba su bastón. A sus pies, sobre la alfombra, unos
rollos de lienzo se habían caído del caballete.
-Debí tirarlos con el bastón ...
-Vámonos -dijo Edmund-. Llamaré al colegio de Alice para avisar que tal vez me demore.
Sacó el celular y marcó el número del colegio. Sonaba ocupado.
-Abrígate bien. Esto se está poniendo cada vez peor ... -Edmund miraba por la ventana con ansiedad-. No sé si podré llegar a tiempo con esta tormenta.
-iTengo que preparar la ropa! -la señora Pinkerton comenzó a moverse, nerviosa-, buscar a Picasso, isu comida! Oh, ¿dónde está Picasso? lPor qué no habrá vuelto? iPicasso!
-iNos tenemos que ir ya! -Edmund tomó su abrigo del perchero-. Después volveré por Picasso.
-iNo! iNo dejaré a mi gordo aquí solo!
Edmund miró a su madre. Estaba convencida de que iba a desaparecer. Y él ya no disponía de tiempo para hacerla entrar en razones. Solo quedaba usar el sentido común, y el sentido común decía: Nadie desaparece en el aire.
-Como quieras. Yo tengo que irme ya mismo. Alice no puede quedarse sola esperándome con este tiempo.
-¿Y qué hago yo, entonces?
Él se acercó a su madre, la tomó suavemente de los hombros, y dijo con el tono más tranquilizador que pudo:
-Te diré lo que vas a hacer. Vas a ir a tu dormitorio, armarás tu bolso con la ropa de dormir, y te abrigarás. Después prepararás un té y me esperarás sentada aquí, en este sillón,
con tu gato hermoso. En unos momentos estaré de regreso, con Alice.
-Pero ...
-Me gustaría que fueras razonable, madre, y entendieras que es lo mejor que podemos hacer dadas las circunstancias. ¿No lo crees así?
La señora Pinkerton lo miró como si fuera a decirle algo, pero no pronunció palabra.
Él continuó:
-Serán solo unos minutos ...
Ella lo interrumpió:
-Lo entiendo perfectamente. Tienes que irte ahora.
Y dirigiéndose hacia el pasillo que conducía a las habitaciones, la señora Pinkerton asintió:
-Prepararé el bolso y estaremos listos cuando regreses.
Edmund abrió la puerta. El viento helado y la lluvia golpearon su rostro. Y en el instante en que salía, volvió a escuchar la voz de su madre:
-iHijo, por favor, date prisa!
Capítulo 12
Edmund salió de la casa atormentado por sus pensamientos.
Era evidente que algo malo estaba pasando en la cabeza de su madre. ¿Había enfermado porque se sentía sola? ¿Acaso él no la había cuidado lo suficiente? ¿Había sido un mal hijo?
iOh, Dios ... !
Corrió hacia el auto bajo la lluvia. Apenas entró tomó el celular y marcó nuevamente el número del colegio de Alice. Otra vez ocupado.
-iMaldición! -masculló.
Puso el auto en marcha. El colegio no quedaba muy lejos, pero estaba diluviando y conducir en la ciudad bajo esa tormenta prometía ser una tarea infernal.
Esa tarde Alice notó tres cosas extrañas en el comportamiento de su padre.
La primera la advirtió mientras lo esperaba, en el colegio. Él nunca había demorado en ir a buscarla, ni siquiera con tormenta. ¿Qué había pasado?
Alice se hallaba sentada en uno de los antiguos bancos de madera, en el hall de entrada.
Había quedado ella sola. Para no pensar en eso subió el volumen de sus auriculares hasta que logró silenciar los sonidos de la tormenta. Esperaba que no le hubiera sucedido nada malo a su papá ...
Minutos después vio que la directora se acercaba a ella:
-Alice ...
Se sacó los auriculares de un tirón y preguntó:
-¿Qué pasa?
-Es tu padre. Está en la puerta. No podía comunicarse.
Alice sonrió aliviada, tomó su mochila y corrió escaleras abajo.
La segunda cosa extraña que Alice notó esa tarde sucedió después de subir al auto. Su papá la abrazó, cariñoso como siempre, y le preguntó cómo le había ido ese día en el colegio.
Pero la expresión en su rostro no era la misma de todos los días. Esa tarde su papá tenía una mirada seria, distinta. Era miércoles, y los miércoles venía de visitar a su abuela, y su
abuela era difícil. ..
Sin embargo, Alice notaba que esta vez algo más estaba sucediendo.
-lVienes de la casa de la abuela? -preguntó.
Edmund estaba a punto de responder, cuando sonó su celular. Lo tomó. Era su esposa.
-Hola, Patricia.
-¿Ya estás con Alice?
-Sí, me demoré un poco, pero ya está conmigo. Fue una tarde complicada .. .
-iQué tormenta tan horrible ... !
-Patricia ... tengo que decirte algo. Mi madre se quedará a dormir en casa esta noche ...tal vez esté con nosotros unos días.
Del otro lado de la línea se escuchó un silencio, y después:
-¿Cómo?
-Te lo explicaré más tarde. Necesito queprepares el cuart ...
-No, querido. Explícamelo ahora.
Edmund inspiró profundamente, miró a Alice a través del espejo retrovisor, y le pidió:
-Hija, ¿me harías el favor de colocarte los auriculares? Necesito hablar con tu madre un momento ... en privado.
Y, para Alice, esa fue la tercera cosa extraña de la tarde.
Su papá nunca le había pedido que se pusiera los auriculares para hablar con su mamá.
Algo estaba pasando.
Alice le sonrió a través del espejo, presionó play, y fue bajando el volumen hasta que pudo escuchar perfectamente lo que su papá decía al teléfono:
-No lo vas a creer. Mi madre piensa que ha sido hechizada y que va a desaparecer.
Después de otro silencio:
-¿Qué?
-Lo que oyes. Hechizada. Según ella, la mujer que compró la casa de al lado es una bruja a la que conoció hace cincuenta años. Dice que en aquella ocasión hizo desaparecer a una mujer en un hotel.
-¿La vecina? ¿Una bruja?
-Sí, la vio ayer en la vereda. Dice que al principio no la reconoció. Se presentaron, tomaron el té y en un momento le dijo que iban a ser muy buenas amigas. Ahí fue cuando se dio
cuenta de que era la bruja, la bruja que hizo desaparecer a aquella mujer.
-jVaya ... !, dicen que las brujas se reconocen entre ellas . . .
-No estoy para bromas, Patricia. Tendrías que verla, está desesperada .. .
-Lo siento, Edmund, pero . .. no entiendo nada.
¿Por qué tu madre dice que va a desaparecer?
-Porque a esa mujer del hotel le había dicho lo mismo, y con eso la hechizó. Según ella, esta bruja hace desaparecer diciendo esas palabras. Usted y yo vamos a ser amigas. . . o
algo por el estilo.
-Pero, Edmund, mucha gente dice esas cosas ...
-Es cierto, pero la endiablada casualidad es que la vecina se llama igual que la bruja, y también fuma con boquilla.
-Entonces . .. ¿no podría ser la misma?
-Imposible. Yo la vi, me la crucé la semana pasada y es una mujer joven, más joven que yo.
No puede ser la misma persona de hace cincuenta años.
-Creo que deberías hablar con su médico.
-Sí, hablaré con el doctor Serling.
-Lo que digo es que deberías hablar ahora.
-Está bien, querida. Le hablaré ahora mismo. Nos veremos en casa.
Edmund cortó y buscó en la agenda el número del doctor Serling:
-lDoctor Serling?
-Sí, él habla.
-Soy Edmund Pinkerton, el hijo de su paciente, la señora Pinkerton.
-jOh, sí! ¿Se encuentra ella bien?
-Me temo que no. Acabo de verla. Está muy alterada. Parece obsesionada con una mujer, una vecina que conoció ayer.
-Ajá ...
-Sí , ella afirma que ... esa mujer es una bruja.
-¿Una bruja?
-Se imaginará mi sorpresa. iMi madre nunca creyó en esas cosas! Pero ahora dice que esa vecina la espía, que la escucha a través de las paredes ...
-A través de las paredes ... Mmm ...
-Sí, y dice que se está preparando para atacarla. Que ayer la amenazó.
-¿La amenazó?
-Sí, según ella la amenazó diciéndole que serían muy buenas amigas.
-¡Mmm ... !
-iAfirma que la va a hacer desaparecer!
-¡Oh ... !
-¿Qué es esto, doctor? ¿Ha notado usted algo raro en ella la última vez que la vio? ¿Por qué mi madre de la noche a la mañana dice estas cosas?
-¡Qué extraño ... ! Me sorprende usted con lo que me cuenta. Ese tipo de perturbaciones no aparece de un día para el otro.
-Estoy muy preocupa do, doctor ...
-No se desespere. Mañana la veré en la consulta. Si es necesario acudir a un especialista, lo haremos.
-Está bien doctor, pero... ¿desaparecer? iNo es posible que mi madre piense que va a desaparecer!
-¿Que no es posible? Créame, señor Pinkerton, en el reinado de la mente todo es posible. Todo es posible en . ..
-¿Doctor Serling?
El celular estaba mudo. Se había quedado sin señal.
,,
Al llegar a la esquina, Edmund dobló para tomar la avenida que lo conducía a la casa de la señora Pinkerton. Se encontró con una larga fila de autos que esperaban para avanzar. Un
embotellamiento.
-Oh, no ...
Capítulo 13
La lluvia caía con furia sobre la columna de autos detenidos en Abingdon Road. El viento formaba fantasmas de agua que corrían a lo largo de las calles y se arremolinaban en torno a las fachadas de los edificios.
Llevaban allí más de veinte minutos y apenas habían logrado avanzar unas pocas cuadras. Adentro del auto, Edmund consultaba su reloj a cada rato. En el asiento de atrás, Alice
había sacado su tableta de la mochila e intentaba conectarse, sin suerte.
Después de escuchar todo lo que su padre había contado por teléfono, en la cabeza de Alice las preguntas se movían en todas las direcciones. ¿Qué pasaba con su abuela? ¿Estaba enferma? Su papá también había hablado con un médico. ¿Había una enfermedad que hada creer en brujas? ¿Qué había dicho el médico?
Su abuela siempre había sido odiosa. Pero no era ninguna tonta. Si decía que la vecina era una bruja, lo decía por algo.
Necesitaba saber ...
En la pantalla, finalmente, apareció la página de inicio de Google.
-iMe conecté! -exclamó Alice.
-Qué bueno, así no te aburres. Yo le hablaré a la abuela para avisarle que nos demoraremos un poco.
Edmund marcó el número de la casa de la señora Pinkerton. Llamó una, dos, tres ... cuatro veces.
Alguien atendió.
-Madre, soy Edmund.
-...
-¿Hola? ¿Me escuchas? Soy Edmund, llamo para decirte que vamos en camino, pronto estaremos allí.
-...
-Hola ... ¿Puedes oírme?
-iMadre, habla por favor!
-Edmund, ¡sácame de aquí. .. !
-Ya estamos cerca, vamos a buscarte ...
-¡No!
-lQué pasa ....
-Madre, lqué pasa?
-¡Oh, hijo ... ! ¿Nunca dejará de llover en Cornwall?
La voz de la señora Pinkerton parecía alejarse y retornar, como el silbido que producen las radios antiguas, y se mezclaba con el sonido de la lluvia. Después escuchó. . . ¿un grito? lSu
madre estaba gritando?
La comunicación se cortó.
Edmund permaneció un instante con el teléfono en la mano. En el auto solo se oía el ruido del agua golpeando los vidrios y el movimiento mecánico y regular de los limpiaparabrisas.
Mientras tanto, Alice ya había escrito tres palabras en el buscador:
bruja amiga desaparecer
Comentarios
Algo pasó y no se escucha bien desde el minuto 7:20. Es una pena porque está muy bien. Muchas gracias.
¿es este el fin de la historia? ¿continúa?
Es una pena, pero se arruinó la grabación a partir del minuto 7. Gracias, espero con ansias que lo corrijan.
En el minuto 7:20 no se escucha. Gracias por su trabajo