Hoy viajamos hasta el norte de la provincia de Burgos para conocer el Valle de Mena.
PISTAS es una colaboración del blog de viajes SIEMPRE DE PASO en el programa "Aquí en la Onda" de Onda Cero Castilla y León. No dejes de consultar lo que sobre esta propuesta he publicado en el blog: https://www.siempredepaso.es/joyas-romanicas-del-valle-de-mena-burgos/.
Hoy vamos a encaminar nuestros pasos hacia un territorio con mucha historia y con muchas cosas que ver. Y también hacia un destino que, precisamente, puede ser de lo más oportuno para disfrutarlo, por ejemplo, a lo largo de este otoño que acaba de comenzar: propongo que organicemos una escapada para conocer el Valle de Mena.
Encontramos el Valle de Mena en el extremo más septentrional de la provincia de Burgos, justo en el límite con la provincia de Vizcaya. Y lo que tiene de especial es que estamos hablando de un enorme cuenco natural de características plenamente cantábricas que destaca tanto por los espectaculares paisajes que ofrece, especialmente desde los bordes de ese gran cuenco natural, con acantilados y saltos de agua, y también por la riqueza y variedad de unos entornos naturales que le han valido su inclusión dentro de la Red Natura 2000.
El Valle de Mena es un profundo cuenco natural hundido entre las poderosas crestas montañosas de los Montes de Ordunte, por el norte, y los Montes de la Peña, por el sur. Ambas con picos que superan de largo los 1.100 metros de altitud. En el fondo de ese cuenco, encontramos a Villasana de Mena, capital del valle, que se sitúa en torno a los 350 metros de altitud.
Está configuración orográfica fue vista prácticamente desde siempre como un corredor natural por el que han transitado cuantos necesitaban viajar desde las costas cantábricas, a unos escasos 20 km en línea recta, hacia el interior de la meseta. Desde los romanos, que unieron por el fondo de este cuenco las mansiones de Herrera de Pisuerga y Castro Urdiales, hasta las corrientes migratorias que a mediados del siglo XX vaciaron el norte burgalés con el éxodo rural que alimentó la industrialización de la cercana ciudad de Bilbao. Y todo ello pasando, claro, por la aventura repobladora de los foramontanos, que penetraron por aquí hacia el interior mientras la Reconquista empujaba al mundo musulmán hacia el sur.
Así, como sin dar la importancia que de verdad tiene, en nuestra visita al Valle de Mena podemos acercanos hasta una sencilla lápida que junto a la localidad de Taranco nos recuerda la ubicación del monasterio, que ocupaba más o menos esas mismas praderas, entre cuyas paredes el abad Vítulo escribió, el 15 de septiembre del año 800, el documento más antiguo que se conozca en el que aparece por primera vez la palabra "Castilla", y que refleja, por tanto, una incipiente realidad política que ya por entonces iba cobrando forma y a la que se aludía con esa denominación. Hay que recordar también que el Valle de Mena forma parte de Las Merindades burgalesas, que son una muestra de organización territorial ligada por completo a la pujanza que irá cobrando el Condado de Castilla.
Otra cosa que sorprende mucho en una visita al Valle de Mena es el recorrido por un tramo de la calzada romana que, como decía antes, unía las mansiones de Herrera de Pisuerga y Castro Urdiales. En un lugar algo apartado encontramos los hermosos restos, casi escondidos y secretos de la Calzada de Mena, en los alrededores de la localidad de Irús.
Disfrutar de esta pequeña sorpresa, arropada por la fronda del camino y oculta a quienes se limitan a llegar hasta donde llega el asfalto, exige echar pie a tierra en la iglesia de esta localidad, Irús, y buscar el camino que por delante del cementerio comunica esta población con la de Arceo, a unos escasos 5 km. No hace falta caminar mucho para descubrir que bajo el polvo del que parece un sencillo camino vecinal lo que se oculta es, en realidad, el empedrad0 desgastado pero firme y sólido de una calzada por la que transitó la Historia hasta que la carretera que atraviesa hoy el valle vino a dejarla en baúl de los rincones olvidados.
Pero aún hay más. Aproximadamente a mitad de trayecto, un rumor que surge algunos metros por debajo del camino indica que se está llegando a una zona donde el Hijuela, que es el río que nos va a acompañar en buena parte del trayecto, se descuelga en varias y sucesivas cascadas que, seguro, nos van a invitar a detenernos para hacer fotos.
Pero no es el único salto de agua que vamos a encontrar. Se trata de un territorio de clima y paisaje cantábrico en el que, sobre todo en época de lluvias, abundan los cursos de agua y las cascadas. Y uno de esos rincones hasta los que hay que acercarse es, también, el nacimiento del río Cadagua, uno de los afluentes más importantes del río Nervión. Este río, con cerca de 70 kilómetros de recorrido y desembocadura en Baracaldo, brota por las bravas en un despeñadero umbrío y recóndito.
En este caso, el paseo que nos lleva hasta allí se inicia también por detrás de la iglesia de la localidad de Cadagua y enseguida, caminando entre prados, nos lleva hasta la orilla derecha del río para, en pocos metros, alcanzar las torrenteras por las que, si ha llovido en abundancia, vemos brotar el río. La visita a este nacedero puede ser una buena oportunidad para recorrer un pequeño tramo del sendero GR.85 que atraviesa el valle y que lleva, en un par de horas desde estas nacientes, hasta la iglesia de Siones.
Hasta ahora hemos estado hablando de rincones naturales pero este valle es también famoso por albergar dos de los mejores ejemplos de estilo románico de toda la provincia: las iglesias románicas de Santa María, en Siones, y San Lorenzo, en Vallejo. Muy cercanas entre sí, apenas separadas dos kilómetros en línea recta, y sin que exista una conexión directa entre ellas en cuanto al momento de su construcción, resulta que comparten, además de territorio y linaje, el encanto de unas hechuras que las hacen destacar como dos de los edificios más singulares del románico burgalés.
Además, muy cerca, a 1 km de Siones, merece la pena acercarse a contemplar el tímpano que luce una pequeña iglesia en el que se muestra la insólita representación de Jesús con la cruz a cuestas rodeado de soldados, mientras en la orla exterior se ha tallado el sepulcro vacío, con guardianes dormidos, un ángel y las tres Marías. Son dos sencillas escenografías llenas de emoción y expresividad.
Y todavía quedarían por mencionar rincones tan emblemáticos del valle como el Santuario de Cantonad o alguna de las pequeñas localidades que salpican ese paisaje de prados y cursos de agua del que hemos estado hablando...
A lo largo y ancho del valle vamos a encontrarnos con un montón de pueblecitos bañados por el aire medieval de las varias torres-fuerte que todavían permanecen en pie. Otra visita imprescindible es, desde luego, el paseo por el casco histórico de Villasana de Mena que ejerce, además, como capital del valle.
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