El Vía Crucis es una de nuestras tradiciones religiosas más significativas y dramáticas. A través de la pasión, muerte y resurrección la comunidad cristiana actúa simbólicamente, haciendo el camino doloroso de Jesús hacia la cruz. El fue una persona cargada de entusiasmo y de ilusiones por construir un mundo nuevo en el que las relaciones humanas fueran más fraternas y solidarias. El “Hijo del Hombre”, el “nazareno”, el “galileo”, como solían llamarle, fue migrante desde su nacimiento. Sale del seno de Dios y pone su morada entre nosotros; sin embargo, debe huir junto a sus padres para refugiarse en tierra extraña. Asume el estilo de vida itinerante, sencilla, en medio de un pueblo insignificante.
La celebración del Vía Crucis es el camino de todos los seres humanos, un itinerario en donde el dolor, el sufrimiento y la muerte sí existen y son reales, pero se transforman en la resurrección de Jesús que nos dona la esperanza de una vida nueva. En el Continente Americano, el sufrimiento y la muerte se materializan especialmente en el sistema neoliberal que “se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas”(La Iglesia en América 56). En ese contexto “la resurrección de Jesús es la invitación más poderosa a globalizar la solidaridad” (Iglesia en América 55) y la esperanza en “cielos nuevos y nueva tierra, un mundo en que reinará la justicia” (2Pedro 3,13).
El itinerario de vida de Jesús y la vía del dolor hacia la cruz, es un camino que se sigue repitiendo hoy en miles de personas del mundo entero. Jesús está caminando hoy con los marginados, los últimos de la historia y con los migrantes; quienes son los más vulnerables. El se hace vida en el sufrimiento y en el calvario de miles de personas que caminan con sueños e ilusiones de buscar una vida mejor. El ilumina a los que luchan a favor de la vida, de los derechos humanos y la dignidad de todos los seres humanos. Asimismo, él nos invita a luchar para construir el Reino de paz, amor, justicia y libertad con una verdadera expresión de espiritualidad solidaria que nace de la cruz.
Es por ello que la comisión de Pastoral de Movilidad Humana invita a todas las parroquias y comunidades a que realicen el Vía Crucis, para hacer memoria de los migrantes muertos, desaparecidos, encarcelados, mutilados y por aquellas familias que viven en la soledad por el vacío de la ausencia de un familiar.
Que el resucitado, por intercesión de María al pie de la cruz, acompañe a todos los migrantes en la búsqueda de nuevas oportunidades para ellos y sus familiares.
Pastoral de Movilidad Humana
Conferencia Episcopal de Guatemala
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