La amarga melodía de Miklós Rózsa se adivina tras la puerta de una villa a la que sólo se puede llegar en barca desde la isla de Corfú. El fantasma de una actriz que reinó en el Hollywood de los grandes fastos, se negó a envejecer, los ojos sin rostro de Franju, la máscara de Greta Garbo, una Ana Karenina desdoblada en madre e hija. Ambas se necesitan y se destruyen. A veces la naftalina no ahuyenta a las polillas. El séquito de la Condesa toma el sol mediterráneo, una lúgubre presencia en silla de ruedas y bastón regaña a una mujer con gafas oscuras, pamela y expresión desabrida.
Mortuorio comienzo y cierre en un funeral, controlado por la señora de negro, y un productor en busca de la actriz que le encandiló en una playa de California mucho tiempo atrás.
Tras dirigir Primera Plana, mordaz sátira sobre la prensa y sus trapos sucios, Wilder vuelve a apoyarse en el guión de su colaborador I A L Diamond y en el relato original de Tom Tryon, cuyo escrito más conocido fue El otro, llevado a la pantalla por Robert Mulligan.
Un magnífico William Holden, personaje de vuelta de todo, menos del recuerdo, portavoz de Wilder y conectado al guionista de Sunset Boulevard, su contención y saber estar aportan equilibrio a una densa y sórdida historia.
Mitos y tópicos de Hollywood, el envejecimiento, las cirugías, el tratamiento de un doctor al que la diva, devoradora de almas, desprecia y recluye, lo siente responsable de su drama. Todos se utilizan, secuestradores de sí mismos. La mentira del glamour da paso al cinema verité, los intelectuales barbudos que un cínico Dutch menciona no podrán nunca huir de las mitologías. Han cambiado los vientos, y los prototipos de un tiempo pasado se reúnen en el velatorio de una
muerta maquillada. Curiosos y admiradores hacemos cola para contemplar durante unos instantes la lividez, la blancura de unas manos entrelazadas que en vida ocultaban la juventud con unos guantes blancos.
Raúl Gallego
Esta noche nos acercamos a la bella Fedora para tapar su desnudez con nenúfares...
José Miguel Moreno, Raúl Gallego, Elio Cubiles y Zacarías Cotán.
Comentarios
Destila mucha amargura este casi testamento de Wilder, haría una más. Aquí un amigo, todo su cine destila esa sensación de pérdida, en Fedora su cínica ironía también está presente, salud y cine
Me parece un film extraordinario, venido a menos muchas veces comparado con otras joyas de mi director preferido. Sigue con su sarcasmo, ironía y acidez. A toda costa la película nos muestra que hay que mantener el mito viviente, una paradoja ya que el maestro lo sigue siendo por sí solo. Gracias Mr Wilder.