NO ES MI PROBLEMA
Durante los años que permanecí como sacerdote estudiante en Roma ayudé todos los domingos gratuitamente en la parroquia San Francisco Javier. El contacto directo con el pueblo ayudó a mi formación sacerdotal. Entre tantas excelentes experiencias aprendí a rechazar la repetida expresión política anticristiana “no es mi problema”. Hay diferencias entre el político (busca las raíces del bien común) y el populista (busca la apariencia del bien común). El político busca un bien duradero, aun a costa de quedar individual y transitoriamente mal. El populista busca quedar bien transitoriamente.
El político actúa consciente de que la raíz de realidades buenas y malas está en cada uno de los miembros de la sociedad. El político busca los valores, apreciados o no, por los ciudadanos.
El populista busca agradar, acusando a otros, corrompiendo valores, como la corresponsabilidad. El populista oculta la realidad, adula, promete, acusa a otros.
La sociedad que no promueva la responsabilidad del ciudadano de dar un aporte proporcionado a su capacidad, la sociedad que no asuma responsabilidad de crear un ambiente, que facilite dar este aporte, incumple su deber.
Los políticos educan ejerciendo diáfanamente su poder, como servicio corresponsable, también rectificando sus errores. Se empeñan en educar a los ciudadanos a asumir sus responsabilidades, a no lavarse las manos, como Pilatos. Los políticos miran al país como entidad al servicio de todos y no como un pastel; lo renuevan con diafanidad. No se aferran al poder, para ocultar sus crímenes y huir después “con hato y garabato”.
Los populistas acusan a otros como causa de los males. El populismo es un problema no solo generalizado, sino agudizado por una educación que oculta el “nosotros y el mañana” y se refugia en el “para mí nomás”, “ande yo caliente y ríase la gente”. Entre tantas diferencias entre los gobernantes y las fachadas de gobernantes, (los populistas) una es la falta de un ideal de sociedad, que comprometa el aporte de todos para hoy y para mañana.
“Todo parecido no es mera coincidencia”. “Al que le toque el guante que se lo chante”.
La democracia que renace va descubriendo podredumbre, también en dirigentes de nuestros países, que debieron enseñar con su ejemplo la unión de derechos con deberes.
Para que lo anteriormente dicho no quede solo escrito hay que aceptar la realidad ineludible: estamos frente a la interdependencia entre mi felicidad y la felicidad de los otros, la interdependencia de mis derechos con mis deberes, la necesidad ineludible de educar en todos y de brindarles la posibilidad de merecer.
¿A quiénes volver los ojos para, con renovada energía, recorrer el sendero de la creatividad y de la justicia? A los hogares, complementados por la escuela y los organismos de encuentro social. ¿Si lograran apagar estos centros de vida? La vida humana resucitará. Jamás fugarse, después de “apagar el motor”.
Lope de Vega, poeta del siglo XVII, escribió una respuesta a Cristo que llama a nuestra puerta, para ayudarnos a reordenar la casa: “Mañana te abriremos, respondía, para lo mismo responder mañana”. El mañana debe ser hoy.
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