Celestial Sanctity (Aeolliah)

Era de noche y el cielo estaba cubierto de estrellas. Mientras brillaban, el océano las miraba. Lo que el océano no sabía, era que una de ellas escuchaba y entendía lo que él decía.

A diferencia de las demás, tenía agua en su interior y podía comprenderlo.

-¡Qué suerte tienen!, decía él al verlas. Ojalá yo también pudiera brindar luz y que la noche no fuera tan oscura.

Como todo esto lo preocupaba, producía altas olas y grandes corrientes sin parar. Al verlo tan triste, la estrella decidió volar cerca de él para consolarlo.

El océano se sorprendió mucho cuando vio que ella se aproximaba y comenzó a hablarle. Y mayor fue su asombro, cuando le dijo que sabía lo que le pasaba.

-Tú puedes hacer que la noche sea más luminosa, le dijo la estrella. Pero debes quedarte muy quieto durante un tiempo.

Entonces tus aguas parecerán un espejo tan perfecto, que no solo se verá la luz de la luna reflejada en el mismo. También será visible la de todas nosotras.

El océano la miró y le dijo:

-Pero eso es muy difícil. No puedo hacerlo. ¡Siempre debo estar en movimiento…! Soy el jefe de todas las aguas, peces y criaturas que viven en mí. Si yo no me muevo, nadie lo hará por mí.

-¿Estás seguro que no puedes serenarte…?, le preguntó ella.

-Sí, lo estoy. Es imposible, respondió él.

De repente y sin aviso, la estrella de agua cerró los ojos de golpe. Una gran lágrima de luz blanca rodó por su cara. Esto conmovió al océano, el cual quedó inmóvil y la miró fijo.

Fue en ese preciso momento, que el brillo de todas las estrellas y la luna se reflejaron en él como si fuera un gran espejo. Hasta que la lágrima de luz cayó al mar, esa noche fue el doble de luminosa que todas las anteriores. Así fue como el océano vio cumplido su deseo.

Y cada vez que quiere volver a cumplirlo, no está solo. La estrella de agua brilla junto a él...