Relato del Cuentista.
Este relato trata de un señor que conoce a la muerte en la soledad, en la que acaba relatando su historia en sus cuentos.
EL CUENTISTA
Estaba solo en la habitación, sentado en una esquina, sin ninguna inspiración, sentía el alma vacía, el corazón aletargado; todo aquello que antes le ilusionaba, escribir, inventar, sentir, se volvió indiferente.
Pensaba, que tenía muchos compromisos aun, cientos de cuentos por entregar y nada que le diera una razón para escribir, seguía intentándolo, el piso cubierto de páginas repletas de letras que carecían de sentido.
Sumido en su gran pena, escuchó una voz que suavemente le dijo –No te preocupes, aquí estoy-, giró a su alrededor, buscando la fuente de ese sonido, nada había, creyó volverse loco, quizás no fuera más el fruto de su depresión, volvió a agachar la cabeza, entonces, un escalofrió le recorrió la espalda al sentir que una mano acariciaba su nuca, se puso en pie de un salto, esperando que se revelara ante él la causa de su espanto; pero de nuevo, ¡nada! ¿Podría ser fruto de la locura?
Quizás las lágrimas que caían por su rostro no fueran más que el resultado de la pena que sentía hacía sí mismo. Fue, entonces, cuando se derrumbó totalmente y se dejó caer en la cama, por un momento, el cuerpo le pesaba tanto que ni siquiera podía moverse. Mirando fijamente al techo pudo creer ver un ligero humo negro, un humo negro que empezaba a formar una figura humana sobre él; justo, frente a sus ojos, se creó una especie de túnica negra, podía apreciarse entre tanta oscuridad un rostro cadavérico; la figura descendió lentamente, el cuentista, paralizado en la cama por lo que veían sus ojos, apenas podía respirar cuando escuchó una voz que salía de la figura… - Soy la muerte, y estoy contigo- el cuentista rompió en un llanto profundo, podrían pensar algunos que su hora había llegado, pero, por el contrario, ese llanto le inundaba de paz y serenidad, sintió una fortaleza que no había experimentado desde hacía años. La muerte, de nuevo habló, esta vez susurrándole al oído -Tu inspiración estará a mi servicio, escribirás mis hazañas para que la gente recuerde que siempre existiré-. El cuentista aceptó sin vacilar, pues en ese justo momento ya había creado una historia para aquel hecho tan singular.
Abrazado a la muerte, convertidos en polvo y llevados por un torbellino de viento, viajaron toda la noche a decenas de rincones de la tierra, donde la muerte levantó su cosecha.
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