Reflexión:
Queridos hermanos y hermanas:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc…
Nuestra fe nos dice que caminamos en esta vida porque hallaremos ciertamente La Gloria Eterna del Padre en Unidad con El Hijo y El Espíritu Santo. Por tanto, si eso es lo que esperamos y anhelamos con ansias, también debemos mantenernos incólumes según Los Mandamientos que Dios nos da en Su Santa Palabra y por medio de Su Iglesia. Efectivamente, si tenemos la fe y Los Mandatos de Dios, es porque tenemos la esperanza de que si nos ejercitamos en perfeccionar nuestra vida cristiana según lo que Dios nos pide, es porque recibiremos la gran recompensa, almas aquilatadas de santidad para poder vivir eternamente con El Santo, allá en ese misterio insospechado, insondable y eterno. Ya que nos dice hoy el Apóstol Santiago: «una vez aquilatado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman.» Es decir, que lo que hacemos por ganar El Cielo, no lo es por pura necedad, sino, que Dios Mismo lo prometió, y certeros de que Dios no puede dejar de cumplir Su promesa, nos ahondamos a la gran lucha por ganar a Cristo.
El cristiano, efectivamente, tiene que trabajar en la longanimidad, esta es la que debemos siempre buscar como fruto de los dones del Espíritu Santo, porque ella, la longanimidad, es la consonancia de la perseverancia, que es la grandeza y la constancia de ánimo en las adversidades. En tanto que la grandeza para el cristiano es la Elevación de espíritu y la excelencia moral.
Pero para tener en claro hablemos sobre los dones del Espíritu Santo:
«La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo. (CIC 1830)
Donde «la vida moral» está en relación a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia. Es decir, que la vida moral está relacionada según en los actos del hombre, si estos son buenos o malos actos, esta es «la vida moral», como el hombre va desempeñándose en su vida, conforme a lo bueno o lo malo.
Otra es «la virtud moral», que es el hábito de obrar bien, es decir, que el hombre en la vida moral, ejercer una actitud que lo lleva a obrar bien, cuando ello hace, lo hace por virtud, y hacerlo moralmente, lo hace porque Dios le dio esa virtud de hacer las cosas con santidad, por lo que en efecto, el hombre tiene virtud moral cuando obra en santidad en su vida y la vida de los demás. Más aún, el hombre sabe que está bien y qué está mal, independientemente de los preceptos de la ley que hay en la sociedad, porque el mismo hombre hizo las leyes ¿Y cómo las hizo? Guiados por «la virtud moral», por ese bello don que Dios le dio al hombre para que pueda saber distinguir entre lo bueno y lo malo, porque el hombre actúa por sola la bondad de la operación y conformidad con la razón natural. Es decir, el hombre opera en la vida según el uso de su razón, pero en ese razonamiento, Dios nos da la gracia de la distinción de lo bueno y lo malo para que el hombre tienda al bien según los dones y virtudes del Espíritu Santo.
«Los siete dones del Espíritu Santo, pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para “obedecer” con prontitud a las inspiraciones divinas.»
Así dice en consonancia un salmo: «Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Sal 143, 10).»
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios... Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rm. 8, 14. 17) (CIC 1831)
Entonces decimos que las virtudes actúan por razones humanas, porque la virtud es la acción del hombre, pues, si el hombre no actúa, no sabrá si tiene la virtud o no, y esa virtud es ejercida porque el hombre tiene el uso de la razón. Estas virtudes vs. Los dones del ES que actúan por razones divinas. Ahí está la diferencia: la razón humana y la razón divina. Los dones del ES transcienden la esfera de la razón humana, aun de la que está iluminada por la fe. Porque el hombre razona por la inteligencia que tiene; es decir, el hombre sabe que tiene que trabajar y lo hace; pero la razón divina alimenta al hombre para que sepa que el trabajo santifica al hombre buscando su salvación.
“Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8).
La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Es decir, que la virtud nos dispone hacia el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. (CIC 1803)
Por tanto, el hombre actúa con virtud por razón humana, por ejemplo trabaja; luego, por virtud espiritual, es decir, por la virtud cardinal, que en este caso es la fortaleza, que «asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien». (CIC 1808).
La fortaleza, que es una de las cuatro virtudes cardinales sobre las que se apoya todo el edificio de la vida moral: la fortaleza es la virtud de quien no se aviene a componendas en el cumplimiento del propio deber. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 14-V-89
Así, luego que el hombre actúa por razón humana y luego por virtud cardinal de por ejemplo: la fortaleza, el hombre, efectivamente hace que su trabajo sea constante, y luego de esto, llega el fruto del Espíritu Santo, que en este caso es la longanimidad: o perseverancia que nos ayuda a mantenernos fieles al Señor a largo plazo. Impide el aburrimiento y la pena que provienen del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias. Requiere paciencia extraordinaria bajo provocación o prueba. Incluye dominio de sí. Sugiere tolerancia movida por amor y el deseo de paz.
Teniendo en cuenta que Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. (CIC 1832)
«¿Desprecias, tal vez, sus riquezas de bondad, de paciencia y de longanimidad, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión? -Romanos 2:4»
El apóstol Santiago por ello hoy nos manifiesta: «Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra.» Es decir, que todo lo que viene de Dios es de santidad, pues, viene del Santo. Y añade: «Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas.» Es decir que Dios por Su propio querer y Su excelsa Sabiduría, nos creó con Su Espíritu Santo para que seamos la voz de La Buena Nueva: La primicia, a quienes Él cría con el alimento de Su Espíritu Santo.
Por ello queridos hermanos y hermanas, el hombre no está solo, tiene a Un Dios Providentísimo, sobre todo de la gracia Divina, porque así dice el salmo hoy: «Dichoso el hombre a quien Tú educas, / al que enseñas tu ley, / dándole descanso tras los años duros.» Porque Dios nos ha dado la promesa que perseverando hasta el final lograremos el descanso: La Vida Eterna.
Así mismo, El Sagrado Evangelio manifiesta lo terrenal y lo espiritual, porque en la barca, es decir, en La Iglesia que Cristo ya había integrado, solo había un pan, pero ¿Quiénes estaban en la barca, es decir en La Iglesia? Los Apóstoles, y solo había un pan. Hay una actitud, pues, los Apóstoles no se dieron cuenta que no habían llevado más pan; es decir, que el hombre se preocupa por las cosas terrenales, tiende a ello, porque está acostumbrado a lo material, pero también tiende a lo espiritual porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.
Efectivamente para que el hombre tienda a Dios, se tiene que nutrir de Dios con lo que Dios Mismo nos dio: Su Santa Palabra, Sus oraciones y Sus Sacramentos, especialmente El de La Santa Eucaristía. Ése hermoso Pan de Vida de por Sí ya supera toda necesidad del hombre, no porque no vaya a necesitar de lo terrenal, sino, que con Dios en La Eucaristía, el hombre tiene la garantía de alimentarse con las virtudes, dones y frutos del Cielo para que pueda lograr permanentemente el pan de que alimente su cuerpo.
El Divino Maestro advierte: "Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes." Es decir, debemos tener cuidado con las tientas del demonio, con sus falaces alimentos que solo nos logra la condena. Porque la levadura sirve para fermentar al pan y darle crecimiento y forma. Pero viniendo del demonio, es decir, de la maldad de los fariseos y de los herodianos, esa levadura formaría al hombre con un alma contaminada.
El Señor Jesús manifiesta que dando pan antes, de qué se pueden preocupar, acababa de darles dos veces la multiplicación de los panes y peces, y ellos, los discípulos se siguen preocupando, por ello El Maestro los reprende: «¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís?»
Y El Señor Jesús, no solo lo dice porque puede siempre darles alimento terrenal, sino, también el espiritual. Porque cuando nos dice: «repartí cinco panes entre cinco mil» nos dice que 5 teniendo el significado de algunos, está repartiendo esos 5 panes entre muchísimos, que es el significado de mil; pero dice de 5,000 porque son pocos aunque muchísimos los que se sacian de La Providencia Divina, especialmente de Su Salvación.
Y cuando dice que de esa repartición hubo una sobra de 12 cestos de pan, es porque 12 que significa elección, es decir, que de la gente que se alimentará, habrá siempre discípulos de Jesús para que extiendan La Providencia Divina anclada en el Sagrado Evangelio.
Y cuando dice: «repartí siete entre cuatro mil» nos dice que reparte perfectamente (7) Los Dones y Virtudes de Su Espíritu Santo hacia los confines del mundo, teniendo en cuenta que 4 significa el cosmos, el mundo, ya que son 4 los puntos cardinales.
Hermanos y hermanas, ésta Es La Providencia Divina, de la que Dios nos entrega con todo Su Amor para que el hombre pueda vivir en este mundo con el alimento para el cuerpo, pero mucho más importante para el alimento del alma que por su inmortalidad, está animada a lograr La Vida Eterna, por ello es bueno «Aspirar a las cosas de arriba, no a las de la tierra» (Col 3, 2).
Que Dios nos bendiga queridos hermanos y hermanas, y que fructifique sobreabundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar:
El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre,
tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré el último día.
Dice el Señor (Jn. 6,54)
En el nombre del Padre, etc…
Comentarios
Gracias por compartir estos audios tan llenos de catequesis. Hacen que uno profundice su fe y viva su iglesia. Dios los bendiga.