Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
Una cierta manifestación de envidia es la que se manifiesta contra Jeremías, ya que el profeta al declarar la viva palabra de Dios, encoleriza a los hombres de mala fe, aquello que van en contra de lo que Dios manifiesta; pues, ven al profeta que canta sus maldades, todo es verdad y esta verdad cuando es expuesta causa furor, más aún cuando viene de alguien en donde reside la verdad y su comportamiento es decoroso ante los ojos de Dios. Aquí es donde se manifiesta la envidia, pues, ven en el otro la superioridad ante ellos.
CIC 2539 La envidia es un pecado capital. Manifiesta el enojo experimentado ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida. Cuando desea al prójimo un mal grave es un pecado mortal.
San Agustín veía en la envidia el “pecado diabólico por excelencia” (De disciplina christiana, 7, 7).
“De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y el enojo causado por su prosperidad” (San Gregorio Magno, Moralia in Job, 31, 45).
El odio siendo, pues, la antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea, precede a la envidia; es decir, el hombre siente y manifiesta la envidia, deseando el bien o propiedad de otra persona, luego, puede el hombre sentir y manifestar el odio por esa misma persona, porque tiene algún bien que él no tiene. En consecuencia, la envidia te lleva al pecado del odio. Una vez más, un pecado te lleva a otro pecado, y por ello la insistencia de que es de mucha importancia la vida de penitencia sin pensar que ello nos lleva a una vida de exclusividad clerical, pues, a lo largo de la historia y hasta nuestros días, se manifiestan vidas ejemplares y de santidad por muchos hombres y mujeres de vida regular: profesionales, estudiantes, amas de casa, etc.
Así mismo, la envidia promueve la maledicencia, de donde el hombre se muestra pronto a hablar con malignidad en perjuicio de alguien, denigrándolo. De hecho, el hombre, después de sentir envidia puede llegar a proferir maldades en contra de su hermano, por la misma actitud de odio que se ha engendrado. Así como también de la envidia se logran la calumnia y la difamación, donde la calumnia es la acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño a alguien, esta, en efecto, se hace en presencia de la persona a quien se desea calumniar. En cambio la difamación es desacreditar a alguien, de palabra o por escrito, publicando algo contra su buena opinión y fama, es decir, quitar la buena fama que tiene una persona, además de hacerlo en ausencia de ella. Este pecado de difamar es más grave aún que la calumnia, pues, la persona a quien se difama no está presente para manifestar su inocencia, logrando un mal concepto que se tiene de esta persona ante la sociedad; es decir, todos sabían que Juan Pérez era una persona intachable pero la lengua mordaz de una mala persona difamó a Juan Pérez y éste ahora es mal visto por todos, o cuanto menos, algunos lo mirarán con cuidado, actitud que no se manifestaba antes de la difamación.
Por tanto querido hermano y hermana, la envidia no es buena, mata el alma y la envenena, decía Gómez Bolaños.
Para lograr apartar la envidia de nuestras vidas, es, pues, necesaria la práctica de la caridad que vence todo mal, ya que El CIC 2540 nos dice por el contrario que la envidia representa una de las formas de enojo y, por tanto, un rechazo de la caridad… Por que quien se enoja contra su hermano en sentido negativo, es porque no tiene caridad, no tiene amor. Recordando pues, que el sentido positivo del enojo, es cuando por preservar el orden de las cosas buenas, más aún de las santas, como la Eucaristía, el silencio en la Santa Misa, etc. para no cometer en algunos casos sacrilegios, optar por la amonestación enérgica es un sentido de enojo positivo, porque se está actuando positivamente a favor de la santidad y en contra del sacrilegio, así como del buen orden. Así la policía tiene que actuar con firmeza, autoridad y «carácter» para que el malhechor sienta con dureza que hay un orden y respeto. Lo propio se hace, aunque con más tolerancia, pero siempre imprimiendo el «carácter» de autoridad, para las cosas de santidad, como es el mismo hecho de reprender a alguien que porfiadamente está cometiendo errores. Finalmente se debe tener en el corazón de cada uno de nosotros y con todas nuestras potencias que a quien se corrija, pueda cambiar para su disciplina y su salvación en caso de materia grave.
Por ello continúa el CIC diciendo: El bautizado debe luchar contra ella (la envidia) mediante la benevolencia. La envidia procede con frecuencia del orgullo; el bautizado ha de esforzarse por vivir en la humildad: (San Juan Crisóstomo, In epistulam ad Romanos, homilía 7, 5). «¿Querríais ver a Dios glorificado por vosotros? Pues bien, alegraos del progreso de vuestro hermano y con ello Dios será glorificado por vosotros. Dios será alabado —se dirá— porque su siervo ha sabido vencer la envidia poniendo su alegría en los méritos de otros»
La envidia puede conducir a las peores fechorías (cf Gn 4, 3-7; 1 R 21, 1-29): El Señor le dijo (a Caín): “¿Por qué estás resentido y tienes la cabeza baja? Si obras bien podrás mantenerla erguida; si obras mal (por dar una ofrenda egoísta a Dios), el pecado está agazapado a la puerta y te acecha, «pero tú debes dominarlo»”... Es la envidia de Caín que se manifiesta porque Dios vio con buenos ojos la ofrenda de Abel, pero Dios como buen Padre invita a que el hombre pueda controlar sus impulsos, por ello le dice Dios a Caín: «pero tú debes dominarlo»
Y en el libro de los Reyes: 1 R 21, 1-29: La riña y la maldad de Ajab a Nabot: Ajab se fue a su casa malhumorado y muy irritado por lo que le había dicho Nabot, el izreelita: “No te daré la herencia de mis padres”. Se tiró en su lecho, dio vuelta la cara y no quiso probar bocado… Posteriormente la esposa de Ajab preparó un complot contra Nabot y lo mandó matar. Todo por causa de la envidia que pone en el alma del hombre y que por ella se desencadena el odio y otros actos de maldad.
La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo (cf Sb 2, 24). También lo dice el Apóstol.
«Luchamos entre nosotros, y es la envidia la que nos arma unos contra otros [...] Si todos se afanan así por perturbar el Cuerpo de Cristo, ¿a dónde llegaremos? [...] Estamos debilitando el Cuerpo de Cristo [...] Nos declaramos miembros de un mismo organismo y nos devoramos como lo harían las fieras» (San Juan Crisóstomo, In epistulam II ad Corinthios, homilía 27, 3-4).
La caridad divina ha transformado el corazón de la Virgen María antes y más que el de todos los santos. Después de la Anunciación, movida por quien llevaba en su seno, la Madre del Verbo encarnado se fue a visitar y a ayudar a su prima Isabel. Es decir, que María, aun cuando se sabe grávida, arriesga su propia vida y la de Su Hijo, todo por amor: La de ayudar a su prima anciana, que por propias fuerzas no podría llevar un embarazo regular, y para proclamar El Magnificat, que con ello, en efecto, María se convierte en La Primera Evangelizadora. Lleva la Buena Noticia antes que Juan Bautista, y precede grandiosamente a Jesucristo Su Hijo.
JPII – Jorn. Mundial de la paz: La lógica del amor cristiano, que en el Evangelio es como el corazón palpitante del bien moral, llevado a sus últimas consecuencias, llega hasta el amor por los enemigos, pues dice: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber» (Rm 12,20).
(San Ambrosio, De sacramentis, 5, 30). «El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del Diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al demonio. “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rm 8, 31)»
Por eso el salmo canta lo que prosigue a San Ambrosio: Sálvame, Señor, por tu misericordia. Pero yo confío en ti, Señor, / te digo: "Tú eres mi Dios." / En tu mano están mis azares: / líbrame de los enemigos que me persiguen… en efecto, el hombre se confía en Dios, abandonándose en todas sus faenas. Pone a Dios como su amparo, su roca en quien confía; pues, de Él viene Su misericordia que es el atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas.
Por otro lado y seguidamente, El Sagrado Evangelio muestran tres escenarios:
1. El anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
2. El ansia de poder de los Apóstoles.
3. Jesús hace a Sus Apóstoles un pedido de humildad.
En tanto que Jesús pide clemencia y solidaridad por parte de Sus Apóstoles, estos a oídos sordos solo atinan a la ansia de querer tener logros de posición en El Reino de Cristo, donde ellos pensaban que sería instaurado de manera terrenal y visible como los reinos de esa época. Cristo invita a beber el cáliz amargo de Su pasión y muerte, ellos aceptan voluntariamente, y ciertamente que lo harán, pues, el camino del cristiano es un camino de cruz. Pero los designios del Padre son inamovibles, en tanto que Cristo manifiesta la autoridad del Padre: no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. Jn. 8, 8… y en otro lado: Porque yo no hablé por Mí Mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida Eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó» Jn. 12, 48-49.
Y en el Consistorio Nuevos Cardenales PBXVI dice: Dominio y servicio, egoísmo y altruismo, posesión y don, interés y gratuidad: estas lógicas profundamente contrarias se enfrentan en todo tiempo y lugar. No hay ninguna duda sobre el camino escogido por Jesús: Él no se limita a señalarlo con palabras a los discípulos de entonces y de hoy, sino que lo vive en su misma carne. En efecto, explica: «Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por la multitud» (v.45).
El servicio es dar a los demás y querer ser útil en la vida de los demás. Ayudar a los demás es una de las mejores maneras de servir a Dios.
Tener una actitud de servicio significa buscar maneras de ayudar sin esperar a que los demás te lo pidan.
Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes. —¡Eso sí que es fina virtud de hijo de Dios! Camino, n. 440. Sn. JME de Balaguer.
Cuando quieras prestar servicios, observa a otras personas para ver qué ayuda necesitan. Luego, haz algo por ayudar. Busca pequeñas maneras de hacer más grata o más feliz la vida a los demás.
En el Concilio Vaticano II nos dice en el Decreto PRESBYTERORUM ORDINIS SOBRE EL MINISTERIO Y LA VIDA DE LOS PRESBÍTEROS: Los presbíteros, por la ordenación sagrada y por la misión que reciben de los obispos, son promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey, de cuyo ministerio participan, por el que la Iglesia se constituye constantemente en este mundo Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo.
Por lo tanto lo que hace un sacerdote al servir al Pueblo de Dios, está ciertamente sirviendo al Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo; es decir, se está sirviendo a Dios a través del Pueblo de Dios: Lo que hagas con uno de estos a Mí me lo haces… dice El Señor. Y es por ello la necesaria corrección hacia aquellos que aún no lo han visto de esa forma y sus procederes se ponen en discordia con lo que nos pide Dios a través de Su Iglesia.
No presuman de sabios. No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos. Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios. Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor. Rom. 12, 14-19.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobreabundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar:
El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre,
tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día.
Dice el Señor (Jn. 6,54)
En el nombre del Padre, etc…
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