Francisco Javier, un hombre valiente
Escribo esto en el día de su fiesta, tres de diciembre, al mismo tiempo que repaso con la memoria algunos de los lugares que tienen que ver con su vida, el castillo de Javier, en Navarra, España o el lugar donde se conserva su cuerpo incorrupto en Old Goa, a Velha Goa en la India e incluso en donde hizo su promesa como jesuita en Montmartre, en la Basílica de Sacre Coeur. Recuerdo con cariño las “javieradas” en las que participé con otros sacerdotes o seminaristas, con jóvenes universitarios. Las “javieradas” son peregrinaciones que se realizan desde distintos lugares de Navarra, se hace un alto en una localidad llamada Sangüesa, desde donde miles de personas rezan el Viacrucis para luego llegar al Castillo de Javier.
Francisco Javier fue un joven andariego, aventurero, juerguista, estudiante en una de las mejores universidades de aquella época, la Sorbona, en Paris, donde conoció a Ignacio de Loyola. Él, que pretendía grandes honores humanos, que soñaba con una carrera brillante para devolver el honor a su noble familia “cayó de su caballo” ante la enseñanza del maestro Jesús que su amigo Ignacio de Loyola le recordaba con frecuencia, “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?”.
Fue uno de los primeros en pertenecer de la Compañía de Jesús, más conocidos como jesuitas . Estamos a principios del siglo dieciséis cuando los medios de movilización eran bastante limitados. Después de una intensa preparación, partió rumbo a Oriente. Dejó su huella en la India, en Japón e intentó llegar a China, pero su salud no se lo permitió.
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Dr.Gumersindo Meiriño Fernández
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