Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
La perversidad de un hombre, y más aun la de un pueblo hace que se corrompa las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas, porque causa daño intencionadamente. El pueblo, en efecto, extraviado de las buenas costumbres y del bien hacer, desencadena de su corazón toda aquella perversidad que vaya contra el orden de las cosas. Así en el orden en que fueron dados Los Mandamientos, sirvieron para mantener en regla al hombre y que ponga siempre su corazón en rectitud y santidad como Dios siempre lo ha querido. Pero el hombre por propia voluntad aparta lo bueno de su corazón y se inclina a hacer daño a su prójimo y a sí mismo, aunque él no lo reconozca y aun reconociendo, el hombre, sumergido en el error del pecado porque se hizo constante en él, hace que su soberbia no quiera reconocer lo que es evidente para todos.
Producto de la soberbia, el hombre permanece en el error y acrecienta error tras error, pecado tras pecado, lo que lo hace más falible y en consecuencia más indigno de Dios. Y es que la soberbia va encegueciendo al hombre de la imagen de Dios, pues, el hombre va manchando su alma, y su vida espiritual, es cada vez menor, porque va perdiendo la visibilidad de los bienes naturales: dones y virtudes que El Espíritu Santo manifiesta. Por tanto, el hombre se aleja de la vida de santidad, la que ha cambiado por la vida de condena.
La soberbia, es pues, el acto en el que el hombre manifiesta el apetito desordenado de ser mayormente considerado a otros y lo aleja de Dios. Con la soberbia, el hombre comenzó a auto idolatrarse, porque ha creído ser mejor que Dios, en el sentido en que ha preferido seguir sus propios mandamientos que los que Dios le ha dado; es decir, que el hombre prefiere seguir sus criterios que la guía perfecta de Dios. Así, el hombre habiendo concebido la soberbia en su vida, sintiéndose más que Dios, prosigue con un pecado adicional: La desobediencia.
Por la desobediencia comienza la idolatría, pues, el hombre al desobedecer, se está considerando por encima de Dios, porque no considera los mandamientos de Dios y si los suyos propios. Es decir, que el hombre dice: Los mandamientos de Dios no son necesarios, no los deseo cumplir y haré lo que yo considero mejor, según mis propios mandamientos, porque yo estoy por encima de Dios. Por tanto, el hombre hizo de sí mismo un ídolo, un dios, creyendo ser más que Dios.
Cuando el profeta Isaías se refiere a Gomorra, es por la idolatría en que estaba sumergido el pueblo de Israel. Siendo pues la idolatría una traición a Dios, es el pecado más grave que el hombre puede cometer, porque deja a Dios no porque no cree en Él, sino, lo que es peor aún, cree en otro dios, haciendo que este nuevo dios esté por encima del Único y Verdadero Dios. Es además la infidelidad la ofensa que precede como lo más grave para el alma del hombre, lo que lo convierte en un pecado mortal, pues, el mismo hombre ha preferido estar lejos de Dios y con otro dios. Soberbia e infidelidad: Antagonismo con Dios y elección de otro dios: Mezcla muy fatal y grave.
El texto bíblico completo del primer mandamiento (Ex/20/03-06), en comparación a la versión del libro del Deuteronomio sólo presenta ligeras diferencias no parece necesario transcribirlas (cfr. /Dt/05/07-10).
La traducción más usual -...otros dioses «además de mí»- no consigue mostrar toda la intención del significado original. No pretende únicamente decir «además de mí», sino «contra mí». Dicho de otro modo: Cuando hayas comprendido lo que Yo significo para Mí Mismo, entonces no rezarás -contra Mí- a otros dioses, porque sabrás que otros dioses no harán otra cosa sino esclavizarte con respecto a Dt. 5, 6-7: Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses delante de Mí. Ese es el significado de la idolatría y que dicho sea de paso, no es como lo interpretan – a su manera – los hermanos protestantes.
Todas las idolatrías se reducen a tres factores: el poder, la propiedad y el placer como principales en el mundo actual. Pero nos dice además el CIC 2113: La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc.
IDOLATRÍA
En cuanto al poder: Por que el hombre tiene expedita la facultad o potencia de hacer algo; esto no es grave, pues, la gravedad está en que se haga pasando el límite de lo permisible, que hace del hombre un personaje soberbio que piensa que todo lo puede y no necesita de nadie, cuando El Único Todopoderoso Es Dios. El hombre se aparta de Dios y se auto idolatra. Por más que el hombre diga que sigue creyendo en Dios, no es cierto, porque ello lo debe mostrar con hechos y no solo palabras, la demostración de verdadero hijo de Dios está en la unión de las sinceras palabras que salen del corazón y en los hechos que se realizan con amor a Dios.
En cuanto a la propiedad: El hombre tiene el derecho o facultad de poseer algo y poder disponer de ello dentro de los límites legales. La propiedad es alguna cosa que es objeto del dominio, sobre todo si es inmueble o raíz. La dificultad es cuando el hombre pasa lo límites legales divinos que Dios ha dado para que el hombre se mantenga en el justo centro y no caiga en el ansia y el placer desordenado de la tenencia de propiedades, lo que lo llevaría a la codicia. Peor aún es la idolatría en cuanto a la propiedad, que hace que el hombre no solo tenga desorden por el ansia de la propiedad, sino, que busca como su único fin en esta vida de hacerse de propiedades, por lo que deja a Dios de un lado y por debajo de las propiedades que el hombre codicia. Poner, pues, a las propiedades por encima de Dios, es ponerlas como ídolos o dioses de la propiedad. Por tanto, la idolatría de la propiedad se convierte en un pecado grave contra Dios.
"No podéis servir a Dios y al dinero", dice Jesús (Mt 6:24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a "la Bestia", negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina.
En cuanto al placer: El hombre ha sido creado con los sentidos que le dan percepción de las cosas exteriores. Por lo que puede tener el goce y disfrute terrenal y espiritual. Así como la satisfacción o sensación agradable producida por la realización o recibir algo para sí mismo que le gusta o le complace. Pero la idolatría del placer, se manifiesta en el uso desmedido del placer en cualquiera de los sentidos: vista, olfato, etc. Pues, está dando paso a la necesidad frívola de querer sentir por mayor espacio de lo requerido aquello que le da placer, por lo que el exceso de placer se convierte en un vicio de lujuria o de gula, para lo cual la virtud de la templanza es un gran aliado. Así invita el Apóstol: Temperancia. Porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos (Ga. 5, 22. 23)
Por tanto, vivir para tener como fin el deseo carnal de la lujuria y el de la gula, los convierte en ídolos o dioses del placer, porque el cristiano solo pertenece a Cristo que Es Dios, y Él Es su fin, y nada puede estar por encima de Él; por ello, si el hombre pone a la lujuria y a la gula por encima de Dios, ciertamente las idolatra.
Así nos dice La Primera Lectura: «Buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda.» Por que quien anda recto, sin torcerse a un lado ni a otro, ése es el hombre justo, que actúa con legitimidad, porque está dentro de lo cierto y razonable. Se conduce bajo los fundamentos de Dios que nos ha dado en Su Mandamientos. Si el hombre no se torciera en sus caprichos, no sería egoísta con su hermano, porque el tiempo y dinero que desaprovecha en sus perversiones lo puede aprovechar para ayudar a quienes más lo necesitan, en virtud de obras espirituales y corporales de misericordia. Por ello es que si el hombre no tiene misericordia ¿Porqué Dios tendría que tener misericordia aquél día cuando el hombre deje este mundo?
Por eso dice el salmista: ¿Por qué recitas mis preceptos / y tienes siempre en la boca mi alianza, / tú que detestas mi enseñanza / y te echas a la espalda mis mandatos? Esto haces, ¿y me voy a callar? / ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara. Sal. 49.
Por otro lado, El Sagrado Evangelio también nos habla de la humildad en la que debe estar asentada nuestra vida, y no como quienes por darse a notar hacen todo tipo de señas para que sean vistos y tomados en cuenta, esto va contrario a la humildad, pues, quien actúa para los demás, ciertamente actúa con soberbia. Más aún cuando piden rectitud y norman la piedad, pero hacen todo lo contrario, lo que los convierte en hipócritas, además de que valiéndose de sus cargos, dejan al pueblo en el sufrimiento y la carga del trabajo, para que fruto de ese esfuerzo del pueblo ellos se vean favorecidos. Esa es la maldad que hoy gobierna el mundo de los magnates, que enquistados en la opulencia y el desenfreno de sus placeres, aquilatan sobremanera la sentencia que se les aproxima en breves años.
En referencia al título de Padre que El Divino Maestro nos exhorta, Padre, es un título dado a todos los sacerdotes. Puesto que el sacerdote es el ministro ordinario del sacramento del Bautismo, por el cual los cristianos renacen a la vida sobrenatural de la gracia, puede por ello llamárseles a los sacerdotes Padres Espirituales. Entrar en conflicto pidiendo a rajatabla que se cumpla La Sagrada Escritura, se cae en el pecado de soberbia, por no obedecer lo que manda La Iglesia que Cristo fundó. Se cae también en el fariseísmo de hacer lo que dice la ley sí o sí. Y es bien sabido que este tipo de comportamientos es propio de los hermanos protestantes.
El contexto se ve claro que esta no es una prohibición absoluta de los títulos de Rabí, Maestro o Padre (todos los cuales están puestos en el mismo nivel), sino, que es una crítica a los fariseos, que buscaban estos títulos por motivos de orgullo. Aún San Pablo no titubeó en llamarse a sí mismo el padre espiritual de sus convertidos (1 Cor. 4, 15: Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no tienen muchos «padres: soy yo» el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante la predicación de la Buena Noticia.) y habló de Timoteo y de Tito como sus hijos. Según Ef. 3, 14-15, toda paternidad toma su nombre de la paternidad universal de Dios: Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, de Quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra.
El hedonismo como una cultura de idolatría a las cosas terrenas, se presenta en nuestros tiempos en la satisfacción humana que se debe encontrar en la búsqueda y posesión del placer material y físico, sin ninguna restricción y como fin de nuestras vidas, pero para hacerlo viable para algunos, como panecillos para polluelos el hedonismo se manifiesta también como sobrio ya que el placer debe ser moderado, pero igual sigue siendo el fin del hombre, lo cual lo aleja de Dios, porque pone al placer y a las necesidades del mundo por encima de Dios.
La fe católica se opone al hedonismo porque mina los valores espirituales de caridad, fe, justicia, sacrificio y las virtudes morales necesarias para el crecimiento de la persona en relación con Dios y el prójimo. P. Jordi Rivero.
La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que "aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios". CIC 2114.
Que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja queridos hermanos y hermanas, y que fructifique sobreabundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar:
El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre,
tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día.
Dice el Señor (Jn. 6,54)
En el nombre del Padre, etc…
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