L E C C I Ó N 196
L196 No es sino a mí mismo a quien crucifico.
L196.1 1 Cuando hayas comprendido esto a fondo y lo conciencies plenamente ya no intentarás hacerte daño ni hacer de tu cuerpo un esclavo de la venganza. 2 No te atacarás a ti mismo y te darás cuenta de que atacar a otro sería atacarte a ti mismo. 3 Te liberarás de la creencia demente de que, al atacar a tu hermano, tú te salvas. 4 Y comprenderás que su seguridad es la tuya y que, al curarse él, te curas tú.
L196.2 5 Al comienzo, tal vez no comprendas cómo es posible que la compasión, que es ilimitada y envuelve todas las cosas en su segura protección, pueda hallarse en la idea que hoy practicamos. 6 De hecho, esta idea puede parecerte como una señal de que es imposible eludir el castigo, ya que el ego, ante lo que considera una amenaza, no vacila en citar la Verdad para salvaguardar sus mentiras. 7 No obstante, es incapaz de entender la Verdad que usa de tal manera. 8 Pero tú puedes aprender a detectar estas insensatas maniobras y negar el significado que parecen tener.
L196.3 9 De esta manera, también le enseñas a tu mente que no eres un ego. 10 Pues las formas con las que el ego querría distorsionar la Verdad ya no te seguirán engañando. 11 No vas a seguir creyendo que eres un cuerpo que tiene que ser crucificado. 12 Y en la idea de hoy, verás la luz de la resu-rrección, brillando más allá de todos los pensamientos en los que se crucifica y se muere, iluminando los pensamientos en los que hay libertad y Vida.
L196.4 13 La idea de hoy es el primer paso que nos conduce desde el cautiverio al estado del reflejo aquí de la perfecta Libertad. 14 Demos este primer paso hoy, para poder recorrer rápidamente el camino que nos muestra la salvación, dando cada paso en la secuencia señalada a medida que la mente se va desprendiendo de sus lastres uno por uno. 15 No necesitamos tiempo para esto, 16 sino únicamente estar dispuestos a hacerlo. 17 Pues lo que parece requerir cientos de años, puede lograrse fácilmente —por la gracia de Dios— en un solo instante.
L196.5 18 El pensamiento desesperante y deprimente de que puedes atacar a otros sin que ello te afecte te ha clavado a la cruz. 19 Tal vez pensaste que era tu salvación. 20 Pero sólo representaba la creencia de que el miedo a Dios era real. 21 ¿Y qué es esto sino el infierno? 22 ¿Quién puede creer que su Padre es su enemigo mortal, Que se encuentra separado de él, a la espera de destruir su vida y obliterarlo del universo sin que su corazón tenga miedo del infierno?
L196.6 23 Tal es la forma de la locura en la que crees, si aceptas el temible pensamiento de que puedes atacar a otro y tú quedar libre. 24 Hasta que no cambies esta forma de locura, no habrá esperanzas. 25 Hasta que no te des cuenta de que esto, al menos, tiene que ser completamente imposible, ¿cómo va a haber escapatoria? 26 El miedo a Dios es real para todo aquel que piensa que ese pensamiento es verdad 27 y, por ello, no sólo no percibirá la insensatez de este pensamiento, sino que ni siquiera se dará cuenta de que está ahí, lo cual le hubiese permitido cuestionarlo.
L196.7 28 Para siquiera poder cuestionarlo, primero hay que cambiar su forma lo suficiente como para que el miedo a las represalias disminuya y la responsabilidad vuelva en cierta medida a recaer sobre ti. 29 A partir desde ahí, al menos podrás considerar si quieres o no seguir adelante por ese doloroso sendero. 30 Pero, mientras no hagas este cambio, no podrás percibir que son únicamente tus pensamientos los que te meten miedo y que tu liberación depende de ti.
L196.8 31 Si hoy das este paso, los que siguen te resultarán más fáciles. 32 A partir de aquí avanzaremos rápidamente, 33 pues una vez que entiendas que nada, salvo tus propios pensamientos, te puede hacer daño, el miedo a Dios tendrá necesariamente que desaparecer. 34 Entonces no podrás seguir creyendo que la causa de tu miedo se encuentra fuera de ti. 35 Y podrás acoger de nuevo a Dios, a Quien habías pensado desterrar, en la santa mente que Él realmente nunca abandonó.
L196.9 36 El canto de la salvación puede ciertamente oírse en la idea que practicamos hoy. 37 Si sólo puedes crucificarte a ti mismo, entonces no le hiciste nada al mundo y, por lo tanto, no tienes que temer su venganza ni su persecución. 38 Tampoco es necesario que te escondas lleno de terror del miedo mortal a Dios que la proyección oculta tras de sí. 39 Lo que más pavor te da es tu salvación. 40 Tú eres realmente fuerte, y fuerza es lo que quieres. 41 Tú eres realmente libre, y estás contento por tu libertad. 42 Has tratado de ser a la vez débil y cautivo, porque le tenías miedo a tu fuerza y a tu libertad. 43 Sin embargo, tu salvación radica en ellas.
L196.10 44 Hay un instante en que el terror parece apoderarse de tu mente de tal manera que no parece haber la más mínima esperanza de que puedas escapar. 45 Cuando te des cuenta, de una vez por todas, de que es a ti mismo a quien le tienes miedo, tu mente se percibirá a sí misma dividida. 46 Esto se te había ocultado, mientras creías que podías lanzar ataques hacia fuera y que éstos podían ser devueltos de fuera a dentro. 47 Parecía que había un enemigo externo al que tenías que temer. 48 Y, de esta manera, un dios externo
a ti se convirtió en tu enemigo mortal y en la fuente de tu miedo.
L196.11 49 Ahora, por un instante, percibes en tu fuero interno a un asesino que ansía tu muerte, con todas las intenciones de conspirar contra ti hasta que por fin pueda matarte. 50 No obstante, ese mismo instante es el momento en que también te llega la salvación. 51 Pues ya no le tienes miedo a Dios 52 y, por consiguiente, puedes apelar a Él para que te salve de las ilusiones por medio de Su Amor, llamándolo Padre y llamándote a ti mismo Su Hijo. 53 Reza para que este instante llegue pronto, hoy mismo. 54 Aléjate del miedo y dirígete al Amor.
L196.12 55 No hay un solo Pensamiento de Dios que no vaya contigo para ayudarte a alcanzar ese instante e ir más allá de él rápidamente, con certeza y para siempre. 56 Cuando el miedo a Dios haya desaparecido, no quedará obstáculo alguno entre la santa Paz de Dios y tú. 57 ¡Cuán bondadosa y misericordiosa es la idea que hoy practicamos! 58 Acógela gustosamente, como debes hacerlo, pues es tu liberación. 59 Es a ti a quien tu mente trata de crucificar. 60 Pero tu redención también procederá de ti.
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