Hacia finales del siglo XXXVI antes de nuestra Era, el Imperio
Paio -el segundo después del Golpe- había conseguido
extender su grandeza y dominios a casi todo el Globo terrestre.
Un Imperio de tierras ininterrumpidas extendiéndose
desde el Cabo de Finisterre hasta las lejanas provincias del
Japón y desde las estepas siberianas hasta las cálidas tierras
de África.
El Emperador vivía en un Palacio milenario y famoso, todo
él recubierto de oro, del cual se decía que sus suelos estaban
embaldosados con hileras de monedas del preciado metal
puestas de canto, las unas junto a las otras. Tal era la magnificencia
y riqueza de aquel fabuloso Palacio el cual era conocido
a menudo con el nombre de Suduma (Palacio del
Sol).
Además, el Gran Hijo del Sol, el Emperador, contaba con un
gran ejército, bien pertrechado y siempre movilizado, el cual
tenía repartido por todas las provincias, atrincherado en fuertes
de difícil asalto. Un ejército que se nutría siempre de
hombres reclutados a golpe de látigo o atraídos por recompensas
y botines.
Con todo ello y haciendo uso de sus más poderosas armas: la
mentira y la traición, consiguieron - a través de los siglos -
hacerse con el dominio de toda la tierra.
30 Bueno, toda la tierra exceptuando dos territorios: uno de
ellos muy pequeño, situado al norte de la península ibérica,
llamado Etâ Berik y el otro, mucho más extenso -pues ocupaba
todo lo que hoy es conocido como península Escandinava
incluyendo Finlandia- llamado Karelie.
El Emperador, tras aquellos frustrados intentos de conquista,
decidió atacar aquel indomable territorio desde su flanco
oriental y fue en este donde sí consiguió ciertos avances
aunque lentos y costosos en vidas y recursos.
Omaitzoi, el Emperador, junto con sus más allegados Pares
y Lores se reunieron en asamblea con el fin de encontrar una
salida a la situación creada en los frentes del norte. Tras larga
deliberación decidieron llevar a cabo la vieja treta del
desposorio de una noble heredera Paia con el hijo del Rey
de la Karelie.
Los Paios se servían muy a menudo de esta costumbre con
el fin de pactar un tratado de paz. Primero por que el esposo
(casi siempre Bere) le cedía una parte del territorio, siendo
esta por lo normal el que a ellos más les interesaba a sus planes
futuros o por su especial posición estratégica.
44 Luego de rubricado el tratado dejaban pasar los años en aparente
paz hasta que la tregua era rota -siempre pretextando
algún suceso excusatorio, el cual ellos urdían de antemanohaciéndose
en un ataque bien planeado con la totalidad de
aquel reino o estado.
Es así como actuaron en no pocas ocasiones consiguiendo
con este proceder dominar, siglo tras siglo, un número mayor
de tierras hasta acabar construyendo el basto Imperio que
ahora poseían.
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