La guerra en Ucrania es una guerra de carácter civil que enfrenta, fundamentalmente, a la población ruso-parlante contra el Estado central de Kiev, pero que tiene también un carácter de clase y democrático.
La población de Ucrania de origen cultural ruso, mayoritariamente residente en el Este del país, ha sido el principal blanco de los ataques del Estado central ucraniano tanto por su condición étnica o nacional como por su condición socio-laboral, como población básicamente trabajadora vinculada a los sectores minero y metalúrgico del país. La reacción de esta población al golpe de Estado neofascista del 22 de febrero explica la represión del nuevo poder político y militar con sede en Kiev, capital del Estado.
Tras 7 meses de guerra civil, y el ejercicio efectivo de la autodeterminación por parte de tres regiones del país frente al poder del Estado central, el Estado neofascista ucraniano se avino a negociar con las autoridades populares constituidas en Donéts y Lugansk, no así de Crimea, que ya había completado su propio proceso de secesión e incorporación a la Federación Rusa.
Las negociaciones iniciadas entre el Gobierno de facto de Ucrania y las autoridades populares de Donéts y Lugansk abren la puerta a una solución pacífica y negociada del conflicto civil iniciado tras el golpe de Estado de febrero. En ese sentido, las negociaciones son un principio de solución política del conflicto iniciado cuando el poder político en Ucrania fue usurpado por una banda paramilitar que trató de aprovechar en su propio provecho la indignación popular en torno a la falta de democracia en Ucrania, ocasionada por la corrupción y el control de los recursos del país por una oligarquía surgida de la desintegración de la Unión Soviética.
El golpe de Estado neofascista de febrero en Ucrania fue respaldado por las potencias imperialistas de Europa y Norteamérica, y se basó en la propaganda anti-comunista que asocia prosperidad y libertad con capitalismo y occidentalismo. En realidad, el golpe de Estado ha servido para que la oligarquía ucraniana acumule más poder, para que el Estado caíga en manos de los grupos fascistas, hasta entonces marginales y reducidos a algunas regiones, y para que el país entre en una profunda crisis económica y política de la que ni siquiera los patrocinadores occidentales del golpe de Estado están seguros de que puedan sacarlo.
La solución política para Ucrania no puede circunscribirse a un grupo de regiones sino que debe abarcar a todo el país, y pasar por el desmontaje del golpe de Estado y por la democratización del país, en un movimiento que cumpla con las expectativas de la población de todas las regiones, en términos de la expulsión de los oligarcas del poder, la descentralización del Estado, y persecución y enjuiciamiento de la corrupción y de los crímenes de Estado.
Un programa democratizador para Ucrania debe cumplir con lo que los políticos surgidos del final de la URSS no han podido o no han querido dar a su propio pueblo: justicia social, respeto de los derechos sociales y políticos, y respeto de la condición plurinacional del Estado ucraniano. Un programa de mínimos democráticos para Ucrania es un programa de por sí revolucionario, anti-fascista y obrero.
Un programa de estas características en Ucrania, hoy por hoy, es un programa difícil de defender en público, pero no imposible. A pesar de la represión y del control del Estado por parte de los grupos fascistas, una coalición de fuerzas sociales y políticas progresistas podría defenderlo para desenmascarar a los golpistas y reagrupar a todas las fuerzas populares en torno al derribo del golpe de Estado y la recuperación del proceso democratizador del país.
También es cierto que el discurso "anti-oligárquico" fue hábilmente manipulado por los golpistas para echar al anterior Gobierno, pero las consecuencias del golpe para toda la población ucraniana son evidentes y, más allá de los medios oficiales, nadie les defiende.
En todo caso, el proceso de autodeterminación de las regiones del Este es la consecuencia política directa del golpe de Estado y la respuesta más clara que el pueblo ucraniano ha dado al talante criminal y fascista del Gobierno de facto de Kiev. Cualquier proceso de paz y normalización democrática de la convivencia en Ucrania que no se haga teniendo en cuenta las opiniones de estas regiones autodeterminadas estará condenado al fracaso.
¡Por el pueblo trabajador ucraniano!
¡Por los comunistas de Ucrania!
¡Por el derecho de autodeterminación!
¡Alto al imperialismo de Estados Unidos y la Unión Europea!
Célula Comunista de Villaverde (02-11-2014)
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