Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
Los Mandamientos de La Ley de Dios es Su invitación a que participemos del estado de gracia. Y es que Dios habiendo sacado triunfantemente al pueblo israelita, a este pueblo judío, del yugo de Egipto, lo prepara para que en orden a Sus mandatos, el pueblo no se contaminara con los pueblos aledaños, quienes eran paganos y no adoraban al Único y Verdadero Dios. Por ello dice: Soy Un Dios celoso, porque así quiere hacer saber Él, que está unido de una manera mística al pueblo de Israel a quien castiga por sus infidelidades, pero también la defendió contra sus enemigos.
La diferencia entre Los Mandamientos de Dios y los reglamentos de una empresa u organización son muy relacionados hoy, en cuanto que el hombre cree que puede como a una empresa, cumplir o no sus reglamentos que sin que lo sepan los jefes, no se reportan las infracciones cometidas y de ello no se rendirán cuentas; o que si el empleado no acepta los reglamentos, lo peor que puede pasar es que no siga trabajando y considere trabajar en otra empresa que pueda ajustarse a sus criterios.
Por el contrario no ocurre lo mismo con Los Mandamientos que Dios nos ha dado; pues, si bien es cierto, el hombre, en efecto, puede cumplirlos o no; puede buscar otros mandamientos en otras creencias; o lo que es peor aún buscar los suyos propios, pues, haciendo cuanto quiere el hombre manifiesta su mayor soberbia: Que nadie le diga lo que tiene que hacer y por ello se autoproclama un diosecillo.
La consecuencia de no cumplir Los Mandamientos de Dios cuando es en materia grave; es decir, en pecado mortal, es la consecuencia grave para el hombre, pues, el hombre pensando que puede hacer cuanto quiere, le está diciendo a Dios: No deseo lo que Tú me quieres mandar. Tú que Eres Dios Todopoderoso y que Eres más infinitamente grande que yo, pues, me creaste y creaste el cosmos, a Ti no te haré caso. ¿Qué nos parece esta respuesta de quien no quiere hacerle caso a Dios? Es la respuesta de un majadero, torpe y necio.
Esta es la diferencia de Los Mandamientos de Dios y los reglamentos de una empresa, en que esta última la pueden o no cumplir los hombres y su vida sobrenatural no se altera, puede el hombre buscar otro trabajo y su vida natural-terrena puede mantenerla con regularidad; pero si Los Mandamientos de Dios no se aceptan, el hombre queda fuera de la gracia de Dios, aquella que se necesita para Vivir Eternamente.
SS BXVI (Misa en el jubileo de los políticos, domingo 5 de noviembre) A propósito de lo que dice Dios en la boca de Moisés, "Escucha, Israel". Bxvi: La palabra de Dios, solemne y al mismo tiempo afectuosa, nos acaba de dirigir la invitación a "escuchar". A escuchar "hoy", "ahora"; y a hacerlo no de forma individual o privada, sino juntos: "Escucha, Israel". Y El CIC 2086: «En efecto, quien dice Dios, dice un Ser constante, inmutable, siempre El Mismo, fiel, perfectamente justo.» Por tanto querido hermano y hermana, Dios nos invita «siempre» a escuchar Sus Mandamientos, porque Dios Es Un Ser constante, siempre El Mismo, inmutable: es decir, no cambia; y por ello es que Sus Mandamientos siempre seguirán siendo los mismos. Que el hombre cambie sus posturas, ello no significa que Dios vaya a cambiar, si el hombre cambia a pesar de ser instruido en Los Mandamientos de Dios y de Su Iglesia, el hombre sabe cuáles son sus consecuencias, pero si permanece en lo que Dios manda, es porque el hombre se vuelve obediente, y alcanza lo que Dios quiere, que el hombre sea justo, y esto equivale a que pueda ser santo, porque Dios Es perfectamente Justo y quiere que seamos como Él: Santos (Lev. 19, 2; cf. Mat. 5, 48)
Continúa el CIC: «De ahí se sigue que nosotros debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en Él una fe y una confianza completas. Él Es Todopoderoso, clemente, infinitamente inclinado a hacer el bien. ¿Quién podría no poner en Él todas sus esperanzas? ¿Y quién podrá no amarlo contemplando todos los tesoros de bondad y de ternura que ha derramado en nosotros? De ahí esa fórmula que Dios emplea en la Sagrada Escritura tanto al comienzo como al final de sus preceptos: “Yo soy el Señor”» (Catecismo Romano, 3, 2, 4).
Continua SS BXVI: ¿Qué respuesta espera Dios de nosotros? La indicación que acabamos de recibir en la proclamación del texto bíblico es apremiante: es preciso ante todo ponerse a la escucha. No una escucha pasiva e irresponsable. Los israelitas comprendieron bien que Dios esperaba de ellos una respuesta activa y responsable. Por eso prometieron a Moisés: "Nos dirás todo lo que el Señor nuestro Dios te haya dicho y nosotros lo escucharemos y lo pondremos en práctica" (Dt 5, 27).
Por tanto querido hermano y hermana, es, pues, necesario escuchar siempre lo que Dios nos dice, a través de una autoridad como La Iglesia Católica que Dios fundó para saber cómo ponerla en práctica Sus Mandamientos, ya que la guía de los superiores y eruditos siendo de ayuda para la orientación en toda carrera profesional y laboral, ¿cuánto más no lo será para la vida espiritual, cuándo la instrucción viene de La Autoridad que Cristo delegó desde Pedro?
Ya en El Antiguo Testamento dice: "Nos dirás todo lo que el Señor nuestro Dios te haya dicho y nosotros lo escucharemos y lo pondremos en práctica" (Dt 5, 27); es decir, que el pueblo es obediente porque quiere escuchar Los Mandamientos de Dios y no solo ello, sino, que lo va a poner en práctica, pues, Dios ya había decretado: Escucha Israel, y todo el pueblo respondió: Escucharemos y lo pondremos en práctica. Ya Moisés había dicho y lo escuchamos en La Primera Lectura: «para que los cumpláis en la tierra» Y luego: Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos»… pues, Los Mandamientos de Dios, cuando son cumplidos en su integridad, no chocan con los derechos de los demás cuando es interpretado en la verdad Única y Universal, por ello añade: que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.
Por eso es que Él pide en El Primer Mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas." Esperando la respuesta del hombre, que si es que manifiesta que ama a Dios, es porque por su propia voluntad se somete a cumplir lo que Dios manda, y lo hará de la misma manera con que Dios le pide que lo ame, con todo tu corazón, es decir, con todo tu amor; con toda tu alma, que unida el alma y al cuerpo, el hombre, en efecto, se está entregando a Dios completamente, para que el alma que fue creada por Dios a Su imagen y semejanza, sea obediente a Sus Mandamientos; y que amando a Dios con todo el amor que tiene el hombre, con toda su alma, lo haga con todas sus fuerzas; es decir, que se entregue totalmente a Dios, como una donación gratuita; y producto de esa obediencia, Dios lo perfeccione, lo haga santo, y el hombre pueda por gracia unirse en La Eternidad a Su Dios Quien lo creó.
El salmo de hoy reza muy concorde: Glorifica al Señor, Jerusalén; / alaba a tu Dios, Sión: / que ha reforzado los cerrojos de tus puertas; es decir, nos explica Olegario Gonzáles de Cardedal (Sacerdote, Teólogo): La gloria que es la Traducción de la palabra hebrea: Kabod. Kabod es sinónimo de peso, honra, alma, lo que da prestigio, lo que constituye a alguien en importante, la riqueza, la fuerza. La gloria por consiguiente «nada tiene que ver con la fama que tenemos o esperamos de los otros,» sino con el peso real, la interior entraña propia, la personal riqueza que podemos comunicar a los demás, revelar, hacer resplandecer, mostrar activa y transformadora en la historia. Y hablar de la gloria de Yahvé significa hablar de la realidad misma de Dios manifestándose al hombre en resplandor, bien mediante los fenómenos atmosféricos o bien mediante gestas históricas para ayudar y salvar a su pueblo. La gloria de Dios es por tanto el poder, la majestad, la riqueza y la vida de Dios que manifiesta al hombre, dándosele en su historia. Gloria que no se puede tocar y es indomesticable, porque es el resultado de la libertad absoluta de Dios, de su misteriosa elección de unos hombres y de su pueblo...
Esa gloria de Dios, que es presencia, peso y esplendor a la vez, se deja sentir sobre todo en el acontecimiento histórico y en la vida personal de Cristo.
Por tanto hermanos, si la gloria es el peso, honra, alma, lo que da prestigio, lo que constituye a alguien en importante, la riqueza, la fuerza. Es, pues, necesario que la gloria que el hombre tiene porque ha venido de Dios para el hombre, debe ser entregado a Dios, porque nos recuerda Él que lo amemos con todo nuestro corazón, alma y con toda tus fuerzas; es decir, que toda nuestra gloria que Dios nos va entregando por nuestra vida de santidad, toda nuestra riqueza, que todo lo que poseamos se lo entreguemos a Él ¿Cómo? Con el Segundo Mandamiento que Dios que Es Jesucristo nos dio: «Amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos»; es decir, que nos entreguemos totalmente los unos a los otros; confrontado con lo que nos dice: «nadie tiene más amor que el que da la vida por sus hermanos»… y también: Ámense los unos a los otros como Yo los he amado. Y ¿Cómo nos amó Él? Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta la muerte. Jn. 13, 1. Humillándose hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Ef. 2, 8. Y en otro lado: Ustedes son mis amigos si hacen lo que Yo les mando. (Jn. 15, 14)
De esta manera, Dios nos quiere Suyos como dice el salmista: «ha bendecido a tus hijos dentro de ti.» es decir, dentro de Sión, que era La Morada de Dios, y ya que también nosotros somos La Morada del Señor, porque somos templos del Espíritu Santo. Y precede el salmista: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas; es decir, que Dios nos ha glorificado con los cerrojos de Sus Mandamientos y con Su Hijo Jesucristo para que se refuerce toda nuestra puerta, es decir, todo nuestro ser: alma y cuerpo, y sea de donación total para Dios.
Del mismo modo, Cristo nos indica: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud." Y la dio al extremo, en su totalidad, hasta llenarlo todo por completo en el tiempo culminante y en su hora central: La Cruz.
En consecuencia queridos hermanos y hermanas, Dios nos dio Mandamientos y Cristo los lleva a su plenitud, y Él Mismo exhorta: "El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. En donde si el hombre se salta uno solo de los preceptos y estos son de materia leve o en grado capital, será el menos importante para Dios, y si no es importante para Dios, puede aún y necesita ser importante para Dios, pasando por una etapa de Purgatorio, donde el alma purificada logra la semejanza a Dios, y así Dios puede verte con atracción e importancia y logres El Reino de Los Cielos. Pero quien se salte uno de los preceptos en materia grave; es decir, en pecado mortal, ése sí que no será importante «nunca» en El Reino de Los Cielos, pues, tendrá La Condena Eterna.
Y añade: Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos." Porque hermanos y hermanas, afanándote en cumplir los preceptos de Dios, y más aún lo enseñes, por tu obediencia, humildad y mansedumbre, muestras tu amor a Dios y a tus hermanos, porque quieres que ellos se salven y Dios sea glorificado por ello, por lo que Las Puertas del Reino de Los Cielos estarán abiertas para que seas grande; es decir, que goces de La Grandeza de Dios que te otorga La Vida Eterna.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobreabundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar:
El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6,54)
En el nombre del Padre, etc.
Comentarios