Lectura de varias reflexiones del psicólogo James Hillman, extraídas de sus libros y conferencias. La selección fue realizada por Enrique Eskenazi.
Segunda Parte
El patologizar fuerza al alma hacia una conciencia de sí misma como diferente de el ego y su vida -una conciencia que obedece a sus propias leyes de actuación metafórica en íntima relación con la muerte.
Los alquimistas hablaban de la paciencia como la primera cualidad del alma y consideraban el hacer-alma como el viaje más largo, una “via longissima”. El lenguaje es digestión, un amor vegetal, depresión en aguas quietas.
El literalismo impide el psicologizar haciendo de ello psicología.
Así como las verdades son las ficciones de lo racional, las ficciones son las verdades de lo imaginal.
La conciencia psicológica surge de los errores, las coincidencias, la indefinición, del caos, más profundo que el control inteligente.
En estos días el horizonte de la psique se reduce a lo personal, y la nueva psicología del humanismo nutre a ese hombrecillo pagado de sí mismo al borde del gran mar, volviéndose sobre sí mismo para preguntarse cómo se siente hoy, llenando su cuestionario, contando su inventario personal. Ha abandonado el Intelecto y ha interpretado su imaginación a fin de ponerse de acuerdo con sus “experiencias viscerales” y “problemas emocionales”; ha igualado su alma a éstos. Su fantasía de redención se ha encogido a “modos de hacerse cargo”; su porfiada patología, esa vía regia a las profundidades del alma es conjurada en gritos Janovianos como el cerdo ante las margaritas, analizada en una cerrada Gestalt de intimidad personal, o arrojada a un abismo de regresiones durante la escalada de picos Maslovianos.
La psique cambia; pero ¿lo hace la psicología?
Ahora se nos llama defensivos o resistentes al proceso terapéutico, cuando en otro tiempo podríamos haber sido acusados por cerrarnos en contra la gracia de Dios o alejarnos de Su voluntad.
Si nuestra civilización sufre de hybris (desmesura), de inflación del ego y de superbia, la psicología ha contribuido lo suyo. Ha estado buscando el alma en el espejo del ego, sin ver jamás la psique, viendo siempre al hombre. Y este hombre ha sido el hombre Reformista monoteísta, enemigo de las imágenes.
El reflejo en el espejo del alma deja ver la locura del propio impulso espiritual y la importancia de esta locura.
El espíritu vuelto hacia la psique, en lugar de abandonarla por los sitios elevados y el amor divino, encuentra ulteriores posibilidades de ver a través de las opacidades y ofuscaciones del valle. La luz del sol penetra en el valle. La Palabra participa en la charla y el cotilleo.
Cura los síntomas y pierde al Dios. Si Jacob no hubiera luchado con el Daimon seguramente no hubiera resultado herido, ni tampoco habría sido Jacob.
La economía es nuestra teología contemporánea, no importa cómo pasemos los Domingos.
Ahora llamamos a la destrucción de viejas ideas, amablemente, un “cambio de paradigma”. “Teoría de la catástrofe” sería más adecuado. La vitalidad de una cultura depende menos de sus esperanzas y de su historia que de su capacidad de abrigar voluntariamente la fuerza divina y daimónica de las ideas.
Dos consecuencias enfermizamente peligrosas resultan de elevar la eficiencia al nivel de un principio independiente. En primer lugar, favorece el pensamiento a corto plazo -no mirar adelante, más allá de la línea; y produce un sentimiento de insensibilidad -no mirar a los valores vitales que se viven tan eficientemente. En segundo lugar, los medios devienen fines, esto es, hacer algo deviene la plena justificación de hacerlo sin tomar en cuenta lo que se hace.
La ineficiencia deviene un modo favorito de rebelión contra la tiranía de la eficiencia: alentamiento del ritmo, trabajo a reglamento, ausentismo, repuestas demoradas, documentos extraviados, llamadas telefónicas no contestadas.
Quien justifique las decisiones refiriéndose a la letra pequeña tiene algo que aprender de Treblinka.
Que un candidato al gobierno haga campaña en nombre de la eficiencia sugiere la infiltración de ideas fascistas. Mussolini logro que los trenes fueran puntuales - pero ¿a qué precio?
Hoy necesitamos héroes del descenso, no maestros de la negación; mentores de la madurez que pueden acoger la tristeza, que den amor al que envejece, que muestren alma sin ironía ni vergüenza.
En lugar de aventurarnos hacia adelante para explorar e investigar territorio desconocido, el control lucha contra una acción a retaguardia, llevando inventario de lo que ya ha ocurrido. Le gustan los informes completos. El control, pese a toda su posición auto-asegurada de mando, se funda en una visión defensiva, y los rasgos enumerados -lealtad forzada, exactitud, sospechas contra lo oculto, vigilancia- son rasgos paranoides.
En cualquier sistema, sea una corporación, una familia o los convenios internos de la psique humana, un “no” vigoroso puede servir al bien del todo y aumentar su poder aún más que un complaciente “sí”.
Aparte de las armas policiales, podríamos buscar métodos de enseñanza que cautiven la atención y evoquen la concentración -imágenes, dramas, rituales, ritmos- transfiriendo de ese modo de nuevo el poder de las armas a la mente del niño.
El absolutismo no es un gobernante cruel, sino un gobierno cruel -y esto no lo recordamos con facilidad, pues nuestras mentes se fijan en las figuras de zares y de amos del crimen. Estas imágenes sirven para mantener el peligro de la tiranía proyectado en Stalin, Genghis Khan y Al Capone, evitándonos ver el absolutismo que pretende gobernar a la psique disfrazado de fundamentalismo en la religión, letra pequeña en los negocios y progreso en la ciencia.
“Bueno, ¿qué puedo hacer respecto al mundo? Esto es más grande que yo”. Ese es el arquetipo del niño hablando. “Todo lo que puedo hacer es meterme en mí mismo, trabajar en mi crecimiento, mi desarrollo, encontrar buena crianza, grupos de apoyo”. Esto es un desastre para nuestro mundo político, para nuestra democracia. La democracia depende de ciudadanos intensamente activos, no de niños.
El ideal del crecimiento nos hace sentir estancados; la familia ideal nos hace sentir raros.
Puedes ir al nirvana, pero los Dioses descubren adónde vas.
¿Hay una realidad que no este conformada o formada? No. La realidad siempre viene a través de un par de gafas, un punto de vista, un lenguaje -una fantasía.
No aceptaré estas simples oposiciones -o bien sujeto individual que se controla o bien una turba insensata. Este tipo de fantasía nos mantienen temerosos de la comunidad. Nos encierra solos adentro de nuestros yos separados añorando una conexión. En efecto, la idea de la posibilidad de entregarse a la turba fascista es el resultado del yo separado. Es el viejo ego Apolíneo, distante y claro, aterrorizado por el flujo Dionisíaco.
A veces el genio parece mostrarse sólo en síntomas y desarreglos, como una especie de remedio preventivo, evitándote seguir una ruta falsa.
Picasso dijo, “No me desarrollo: soy”. Y lo sorprendente en terapia no es como adquirí esta modo de ser, sino qué quiere de mí mi ángel.
La mediocridad no es respuesta para la violencia. En efecto, probablemente provoca violencia. Al menos el mediocre y el violento aparecen juntos como en las antiguas películas de cowboys - la banda de rufianes marginales disparando en la calle mayor y le blanca iglesita con los maestrillas blancas retorciéndose las manos. Ante la fría violencia se necesita ritmo, humor, templanza; se necesita danza y retórica. No comprensión terapéutica.
Si la terapia se imagina que su tarea es ayudar a la gente a soportar (y no protestar), a adaptarse (y no rebelarse), a normalizar su rareza y aceptarse a sí mismo “y trabajar dentro de su situación; hacer que funcione para uno” (en lugar de rechazar lo inaceptable), entonces la terapia está colaborando con lo que quiere el estado: gentes dóciles. Soportar es sencillamente lo mismo que la complicidad.
Cuando la terapia decide curar la patología, en lugar de ver que la patología es parte de la raja o de la ventana rota por la cual algo está tratando de entrar, entonces me parece que está creando más patología y manteniendo a los Dioses cada vez más lejos. Y entonces éstos irrumpen en toda la jodida sociedad.
Si queremos recuperar lo imaginal, primero debemos recuperar su órgano, el corazón, y su tipo de filosofía.
El corazón en la bestia no es sólo tu corazón; es un sol microcósmico: un cosmos de todas las experiencias posibles que nadie puede poseer.
La transfiguración de la materia ocurre mediante la extrañeza.
El desierto no está en Egipto; está dondequiera que desertemos del corazón.
El mundo, a causa de su quiebra, está ingresando en un nuevo momento de conciencia: al llamar la atención sobre sí mismo mediante sus síntomas, está volviéndose conciente de sí mismo como realidad psíquica.
Imaginemos el “anima mundi” ni encima del mundo rodeándolo como una divina y remota emanación del espíritu, un mundo de poderes, arquetipos y principios trascendentes a las cosas, ni dentro del mundo material como un principio vital panpsíquico unificador. Más bien imaginemos el anima mundi como esa particular chispa del alma, esa imagen seminal, que se ofrece a través de cada cosa en su forma visible.
Un psicoanalista sentado todo el día en su silla es más conciente de los menores signos de excitación en la base de su sexualidad que de la masiva incomodidad provocada por la silla en esa misma base: su respaldo mal construido, su tela que retiene el calor, su tapicería resistente y su cola de formaldehído. Su sentido animal ha sido entrenado para notar sólo un conjunto de percepciones, con exclusión de la realidad psíquica de la silla. Un gato es más listo.
Al aceptar la idea de que soy el efecto de una combinación sutil entre fuerzas hereditarias y sociales, me reduzco a un resultado. Mientras más dé cuenta de mi vida por lo que ya ha ocurrido en mis cromosomas, por lo que mis padres hicieron o no hicieron, y por mis primeros años, que pasaron hace tanto, mi biografía deviene más y más la historia de una víctima.
Cada persona llega al mundo llamada.
Después de todo hay algo muy hermoso en esto de vivir. Aunque uno no lo creería así, leyendo libros de psicología.
El descuido de la belleza desatiende a la Diosa, que entonces tiene que entrar por la puerta trasera en las oficinas como acoso sexual, y en los laboratorios como experimentos de “investigación” con el sexo y el género, y en los cuartos de consulta como intentos de seducción.
La psicología no tiene manual de auto-ayuda para su propia aflicción.
Mientras la civilización decrece en sus propios basureros, no importa si eres femenino o masculino o algún compuesto de ellos. Todos nos disolvemos juntos.
Plantar un pie firmemente sobre la tierra- este es el logro último, y un estado mucho más evolucionado de crecimiento que cualquier cosa comenzada en tu cabeza.
Cuando tu hijo deviene la razón para tu vida, has abandonado la razón invisible por la que estás aquí.
¿Adónde se vuelve el alma que no tiene un terapeuta que consultar? Lleva su problema a los árboles, a las bancos de los ríos, al compañero animal, o a un paseo sin meta por las calles de la ciudad, a una contemplación del cielo nocturno. Tan sólo mira por la ventana o hierve agua para una taza de té. Respiramos, expandimos y dejamos ir, y algo regresa desde cualquier sitio. El daimon en el corazón parece muy a gusto, prefiriendo la melancolía a la desesperación. Está en contacto.
Debiera temerse a cualquiera que crezca en un mundo que adora el éxito, pues esta es una era de psicopatía.
La psicología académica, en su deseo de ser tan científica como la física, ha escogido unilateralmente el “exterior”, de modo que el alma ya no halla un lugar en el único campo dedicado por su mismo nombre a su estudio. De aquí que la psicología profunda se haya mantenido más o menos fuera de las academias de la psicología oficial... la psicología profunda es la piedra rechazada por los constructores de la academia.
El alma puede volverse nuevamente una realidad sólo cuando cada uno de nosotros tenga el coraje de tomarla como la primera realidad en nuestras propias vidas, de tomar partido por ella y no tan sólo de “creer” en ella.
Son los inmaduros los que se preocupan por la búsqueda de madurez. Y ¿no es típico de la adolescencia ver el crecimiento y la creatividad en imágenes proteicas de “llegar a ser”?
Amar en seguridad es la parte más pequeña del amor.
Adler murió en la calle. ¡Qué poderosa bendición!
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