El 19 de marzo nuestra Iglesia Católica recuerda y celebra al gran patriarca San José, el esposo de la Virgen María. Unámonos todos en esta celebración, reconociendo en la fuerza de santidad de este varón a aquella gracia que necesitamos para vivir también nosotros fielmente nuestra vocación. Las condiciones de su vocación fueron particularmente difíciles, una vida de trabajo, de silencio, de humildad, en la cual sin embargo resplandecen virtudes siempre necesarias; enumeremos algunas de estas virtudes porque para nuestro propio ser de cristianos nos harán gran bien.
Quiero empezar precisamente por la obediencia, es lo que se destaca precisamente en el pasaje de hoy, José hizo lo que se le había mandado: poner por obra la palabra escuchada, de ahí viene de hecho la palabra obediencia, viene del latín y tiene en su raíz en el verbo audire, que es escuchar. La obediencia empieza en la escucha profunda y por eso si hablamos de la obediencia de José (cf. Mt. 1,4), hablamos de aquel hombre que supo escuchar y para escuchar hay que callar; hay que callar nuestra voz, hay que callar nuestros planes, a veces hay que callar nuestras ideas, a veces hay que callar nuestros deseos, a veces hay que saber poner un poco de sosiego a esa casa interior del corazón.
Porque el mundo en el que nosotros vivimos, es un mundo que nos quiere esclavos del impulso, el comercio. Por ejemplo: nos quiere esclavos del impulso, siento ganas de esto y lo compró, quiero estas vacaciones y ¡allá me voy!, este es el último celular y ¡aquí lo tengo!, esta es la película que quiero ver y hago clic en mi computador ó tab en mi celular y ya veo a la película, ¡ya!, porque ¡yo lo quiero! y así nos enseñan a repetir las agencias de publicidad repite después de mí: ¡tú te lo mereces!, ¡tú te lo mereces! y la gente repite ¡yo me lo merezco! ¡yo me lo merezco!, ¡yo me lo merezco!. Hay que saber sosegar esas voces interiores.
El hombre impetuoso en el fondo es un esclavo, es un esclavo de quién sepa conquistar su sensualidad o de quien sepa conquistar su impulso, su pasión, su deseo; por eso José es el hombre que supo sosegar su mundo interior, es un hombre ¡libre! , ¡libre! para servir a Dios, obediente, oyente de la palabra, libre en su corazón, puro en su vida entera.
¡San José! ¡San José! ruega por nosotros.
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