#SÍNODO MISIONERO EN LA #AMAZONIA
#Editorial Radio Latacunga AM y FM #Cotopaxi, 2019-10-09 @stereolat
En Ecuador identificamos como misioneros a quienes, llevando el Evangelio a personas habitantes en la selva y en lugares poco conocidos, atienden sus necesidades, una de ellas las de salud corporal. De hecho, los misioneros y misioneras han desbrozado el campo, al que posteriormente han podido acudir, ya sin mayores dificultades, otros servidores por parte del Estado. El Oriente, en gran medida por testimonio de misioneros, se ha integrado progresivamente en Ecuador.
Misionero es el creyente comprometido en llevar en su persona, en sus palabras y actitudes el conocimiento de Jesucristo y la invitación a amarlo como hermano de los hombres y como Hijo de Dios, cuyas huellas están impresas en la creación.
La honra de Dios no es ajena al servicio a los hombres. El capuchino Alejandro Labaca es uno de los misioneros en los que se personifica la verdad: el servicio a Dios no es ajeno al servicio al hombre. Alejandro se adentró en el Oriente, como un miembro, en la comunidad indígena. Descubrió que en los indígenas ya hay huellas de Cristo.
Cristo, Hijo de Dios, es el único hombre perfecto; pues asumió en el seno de María la humanidad de todos los pueblos y de todos los tiempos.
El primer paso del misionero que propone el plan de salvación, personificado en Cristo, es descubrir en los no bautizados los rasgos de Cristo; que en el Concilio Vaticano II se llamaron “huellas”.
El misionero ha de presentar a Cristo, teniendo como base las “huellas” impresas en su cultura. Este servicio exige al misionero despojarse de la pretensión de imponer su cultura, que considera como la referente, la que tiene todos los rasgos de la imagen de Cristo; la cultura que tiene todo para dar y nada por recibir no ha de considerar a los misionados como página en blanco.
El misionero tiene como tarea la de embonar en esas huellas de Cristo (“semillas del Verbo”), que ya están impresas en todos los seres creados a la imagen de Cristo vivo en la historia.
Al embonarlas clarifica esas huellas, que en las diversas culturas tienen sus propios matices; las cultiva con la enseñanza y con la vida de Cristo.
El misionero comienza a realizar esa tarea respetando esos rasgos de Cristo, que ya hay en la identidad de los diversos pueblos. Los pule, guiado por la Palabra de Dios confiada a la Iglesia, para que presenten mejor la imagen de Cristo.
El misionero, a diferencia del colonizador, que lleva en su ser la convicción de superioridad, no impone sus rasgos como si fueran rasgos de Cristo.
Hay rasgos que predominan en unos pueblos; otros en otros pueblos. Si el colonizador pretende imponer los suyos, dificulta la catolicidad de la Iglesia; que es como una familia, una con diversidad de miembros.
El colonizador, a veces vestido de Cristo, se propone a sí mismo; ya porque, encerrado en su yo, se cree superior, ya también porque quiere ser reverenciado. El misionero propone a Cristo, camino, verdad y vida; no se propone a sí mismo. (O)
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