Has elegido rechazar las cookies basadas en consentimiento que utilizamos principalmente para gestionar la publicidad. En adelante, para acceder a nuestra web tienes que elegir alguna de las siguientes opciones.
Premium
3,99 €/mes o 39,90 €/año
Sin publicidad y mucho más
Plus
Por 9,99 €/mes
Contenido exclusivo y sin publicidad
Si has cambiado de idea, puedes aceptar las cookies y continuar usando iVoox de forma gratuita.
Con tu consentimiento, nosotros y nuestros 813 socios usamos cookies o tecnologías similares para almacenar, acceder y procesar datos personales, como tus visitas a esta página web, las direcciones IP y los identificadores de cookies. Algunos socios no te piden consentimiento para procesar tus datos y se amparan en su legítimo interés comercial. Puedes retirar tu consentimiento u oponerte al procesamiento de datos según el interés legítimo en cualquier momento haciendo clic en ''Obtener más información'' o en la política de privacidad de esta página web.
Nosotros y nuestros socios hacemos el siguiente tratamiento de datos:
Almacenamiento y acceso a información de geolocalización con propósitos de publicidad dirigida, Almacenamiento y acceso a información de geolocalización para realizar estudios de mercado, Almacenar la información en un dispositivo y/o acceder a ella , Datos de localización geográfica precisa e identificación mediante análisis de dispositivos , Publicidad y contenido personalizados, medición de publicidad y contenido, investigación de audiencia y desarrollo de servicios , Uso de cookies técnicas o de preferencias.
Comentarios
No creo que esta nostalgia de lo que ya pasó sea propia de todas las personas, quizá sólo aparece dependiendo de una forma concreta (aunque muy habitual) de construir la experiencia vital y de “hacer por construirse” en lugar de “dejar que vayan pasando cosas”. Si uno se construye a través de una gran acumulación de objetos materiales y simbólicos (incluyo a las personas como objetos en este sentido: los apegos), es normal que la pérdida de estos pueda convertirse en un auténtico drama. El paradigma de esta opción vital es el trineo “rosebud” de Orson Wells: tanto acumulas que, al final, ni puedes disfrutar de ello ni de la propia experiencia de la vida; todo es apego y ambición de lo perdido. Naturalmente, todo el mundo vive apegado a cosas pero, simplemente con reducir esa cantidad de anclajes al pasado, de “perros muertos que arrastrar” que decía Sammuel Beckett, ya se puede vislumbrar otra forma diferente de entender la experiencia vital. Todo esto parte de la educación, como todo. No nos enseñan, nos educan, y eso puede conllevar una obligatoriedad de definirse como adulto desde muy pequeño, de hacer por ser mayor, de construirse. Es la gente que ha sufrido con fuerza esta tortura destinada a hacerle formar parte del engranaje social de forma rápida y amortizar el gasto de su educación para poder, más tarde, exprimirle el jugo, la que termina diciendo: “No quiero perder mi mirada de niño”, “no he perdido la ilusión infantil” o, simplemente, “siento añoranza de aquellos tiempos”. Sin embargo, insisto, aunque es un sentimiento habitual, no es algo connatural de la vejez en la especie humana sino de la rebelión ante una cierta forma de educación recibida. Es muy probable que, quien sienta esa nostalgia del pasado que no pudo ser (nacer y crecer libre y no predestinado a ser pieza de recambio anónima de la máquina social), termine por idolatrar aquello que le une a su prisión: todo elemento que le relacione con su estado previo a la tortura educacional o que le sirviera de talismán contra ella. Sin embargo, quizá, si se deshiciera de aquellos objetos físicos pero simbólicos, aunque se sintiera por un momento como el astronauta de “2001, una odisea el espacio”, alejándose en el vacío de la Nada más absoluta, sin anclajes, sin referencias, con el oxígeno agotándose en su pequeño hábitat, quizá, digo, pudiera recuperar y disfrutar la libertad que tanto ansió toda su vida y de una forma más rápida de lo que podría imaginar…pero, Ay!, ahí nos topamos con el miedo a la libertad: más vale malo conocido que incógnita por desvelar./// Por cierto, aunque es otro tema, tangencialmente, ¿lo de los Furries no tiene relación con los peluches? En el programa, lo que más se parece a eso ha sido lo de las mascotas de los clubs de fútbol…pero no es lo mismo. :)/// En cuanto al pelo corporal en las mujeres, bueno, para los gustos están los colores. A mi no me mola el exceso, pero al que le de asco que las tías tengan un solo pelo que no esté en la cabeza más arriba de las orejas, le propongo que le eche un ojo a los brazos de Marilyn Monroe o a las axilas de Sofía Loren, es decir, que le eche un ojo a las tías de antes de 1995 aprox. que empezó a ponerse de moda la depilación “muñeca”. Eso en cuanto a la estética pero, funcionalmente, prefiero sacarme un pelo de la lengua que rajármela con un after shave de tres días o chupando granos de irritación. Si hay pelo “natural”, el de siempre, el que se supone que está donde debe estar y debe haber, pues no me desagrada, incluso el bigotillo (ya en el extremo y si no es como el de Tejero), pero esos felpudos tupidos, enrizados e ininterrumpidos desde mitad de pecho a mitad de pierna que salen en alguna página de “peludas”…pues, ¿Qué quieres?, no me llama. Se agradece la variedad pero va a ser que no soy tan exquisito como eso. Pero nunca se puede decir “de esta agua no beberé”. ;D /////Brazoter!!!!! ;D
Feliz año nuevo y mucho éxito!!!
Feliz 2020 per a tutti!!!! (Bajando) ;D. Brazote!!!!
Lo que me llegue a reir ayer con Don Luis Luis soy su fan numero 1