[...]"A lo largo de los años, he procurado apoyarme sin desmayos en esta gozosa realidad. Mi oración, ante cualquier circunstancia, ha sido la misma, con tonos diferentes. Le he dicho: Señor, Tú me has puesto aquí; Tú me has confiado eso o aquello, y yo confío en Ti. Sé que eres mi Padre, y he visto siempre que los pequeños están absolutamente seguros de sus padres. Mi experiencia sacerdotal me ha confirmado que este abandono en las manos de Dios empuja a las almas a adquirir una fuerte, honda y serena piedad, que impulsa a trabajar constantemente con rectitud de intención."[...]
[...]"Si os fijáis, existe una gran diferencia cuando se cae un niño y cuando se cae una persona mayor. Para los niños, la caída de ordinario no tiene importancia: ¡tropiezan con tanta frecuencia! Y si se les escapan unos lagrimones, su padre les explica: los hombres no lloran. Así se concluye el incidente, con el empeño del chico por contentar a su padre.
Mirad, en cambio, lo que ocurre si pierde el equilibrio un hombre adulto, y viene a dar de bruces contra el suelo. Si no fuera por la compasión, provocaría hilaridad, risa. Pero, además, el golpe quizá traiga consecuencias graves, y, en un anciano, incluso produzca una fractura irreparable. En la vida interior, nos conviene a todos ser quasi modo geniti infantes, como esos pequeñines, que parecen de goma, que disfrutan hasta con sus trastazos porque enseguida se ponen de pie y continúan sus correteos; y porque tampoco les falta —cuando resulta preciso— el consuelo de sus padres."[...]
[...]"Pero, vuelvo a lo que os comentaba antes: hay que aprender a ser como niños, hay que aprender a ser hijo de Dios. Y, de paso, transmitir a los demás esa mentalidad que, en medio de las naturales flaquezas, nos hará fuertes en la fe, fecundos en las obras, y seguros en el camino, de forma que cualquiera que sea la especie del error que podamos cometer, aun el más desagradable, no vacilaremos nunca en reaccionar, y en retornar a esa senda maestra de la filiación divina que acaba en los brazos abiertos y expectantes de nuestro Padre Dios."[...]
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