Hoy es viernes 22 de enero. Afuera hace 14 grados. El tiempo ha cambiado. Las temperaturas han subido. El frío ha durado apenas una semana. No ha llegado el calor porque es invierno todavía, pero los grados han subido.
Parece que todo va cambiando. Como la luna, que se aleja de la Tierra, los días son cada vez más largos y los años tienen cada vez menos días, debido a la dinámica del sistema Tierra-Luna, que ha cambiado con el tiempo: hemos tenido años de 407 días y días de 16 horas, constatados en los registros fósiles. Que la Luna se iría alejando progresivamente de la Tierra es algo que los físicos sabían desde hace mucho tiempo.
La Luna genera mareas en los océanos de la Tierra. Las mareas “consumen” una inmensa cantidad de energía por rozamiento. Ese rozamiento va frenando la rotación de la Tierra.
De esta forma, cada vez la Tierra gira más despacio y, como consecuencia de la conservación de la energía de rotación total del sistema Tierra-Luna, nuestro satélite se aleja de nosotros.
En realidad, la Tierra ralentiza su rotación muy poco a poco y, consecuentemente, la Luna se aleja de nosotros muy lentamente. Pero en el tiempo profundo de las eras geológicas se nota mucho.
INTRO (BOB DYLAN)
Buenas noches, soy Sergio Llorens y esto es Palabras sonoras, un lugar para desconectar, relajarse y centrarse en el presente porque es lo único que tenemos.
Bob Dylan
Pero a la misma vez que la luna se aleja de la tierra, la luna se va perfilando un lugar habitable. El descubrimiento de agua en la superficie lunar, y de posibles masas de hielo en el sombrío polo sur, facilita futuras misiones y asentamientos humanos en nuestro satélite.
En los oscuros cráteres del polo sur: hay al menos 40.000 kilómetros cuadrados en los que miles de millones de “micro trampas frías” podrían contener bolsas de agua en forma de hielo.
Allí reina la penumbra permanente, hace mucho frío y, sin aire ni luz solar, la temperatura media es de -250ºC. A esas temperaturas, el hielo puede haberse conservado como una roca durante mil millones de años. Y allí, en lugar de caminar hacia un vasto cráter para recolectar agua, los futuros astronautas pueden inclinarse y arrancar pepitas de hielo de estas oscuras marcas en el hielo”. Pero todavía trabajo por hacer: todo está por verificar.
Y como toda la información va fluyendo, también llega información sobre el sol. Y es que dentro de cien mil millones de años, mucho antes de lo que se pensaba hasta ahora, el Sol morirá en la más estricta soledad y se convertirá en una roca fría, oscura e inerte. Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, que hasta ahora se pensaba serían testigos de la agonía y muerte del Sol, serán expulsados de sus órbitas estables por otras estrellas de la Vía Láctea que los alejarán del sistema solar.
La muerte sobrevendrá porque, dentro de seis mil o siete mil millones de años, el Sol agotará su combustible. Entonces se transformará en un gigante rojo y absorberá a los tres planetas más cercanos: Mercurio, Venus e incluso la Tierra.
Luego los vientos cósmicos le arrebatarán casi la mitad de su masa y se convertirá en una enana blanca del tamaño que hoy tiene la Tierra. A continuación, se enfriará como si estuviera en una gran morgue cósmica durante miles de millones de años.
En ese estado, se ha convertido en un insignificante cuerpo celeste que no puede retener a sus ancestrales compañeros de viaje: Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno se alejan cada vez más, atraídos por otras estrellas que rompen sus órbitas.
Una de las estrellas presentes en nuestra galaxia pasa cerca de nuestro sistema solar aproximadamente cada 20 millones de años: a su paso, irá despojando al Sol de los planetas que hoy le acompañan.
Seguramente, Júpiter sería el último en abandonar al Sol antes de ser definitivamente arrebatado del sistema solar por otra estrella: lo arrastrará por la galaxia hasta convertirlo en un planeta solitario.
Y es que Los tiempos cambian. El sistema solar se formó hace unos 4.600 millones de años, cuando el universo, que en la actualidad tiene 13.800 millones de años, ya era viejo. Como todo cuerpo celeste, el Sol tiene también un plazo de vida: en algún momento se descompondrá y tendrá un final caótico. El siglo pasado, una investigación estableció que la desaparición completa del sistema solar ocurriría dentro de un trillón de años. Ahora se calcula que desaparecerá mucho antes: dentro de 100.000 millones de años.
El escenario apocalíptico de su desaparición se configura por efecto de la pérdida de masa solar y por el paso de otras estrellas errantes: ambos factores producirán el completo colapso de nuestro sistema solar.
Sin embargo, el futuro de nuestro planeta es más previsible para los astrónomos: no será testigo de la muerte del Sol.
Se cree que, dentro de unos 4.000 millones de años, la vida en la Tierra se habrá extinguido completamente debido a una serie de factores potenciales.
Su agonía se iniciará dentro de mil millones de años, cuando un efecto invernadero provocado por el Sol hará que los océanos empiecen a evaporarse. Será el principio del fin.
Nuestro planeta no sobrevivirá a los cambios previstos en el sistema solar: la nueva investigación estima que la Tierra terminará sus días formando parte de las células muertas del cadáver solar. Ningún ser humano le llevará flores.
Para todo eso aun faltan miles y miles de años. Pero parece que nuestro planeta vive acelerado. En 2020, la rotación de la Tierra sobre su eje ha comenzado a acelerarse, provocando los días más cortos desde que se tienen registros. Hay que cambiar los relojes, de la hora solar a la atómica, para seguirle el ritmo. Mientras en las últimas décadas la velocidad de rotación promedio del planeta había disminuido en forma constante y los expertos debieron agregar 27 segundos intercalares al tiempo atómico a partir de 1970, ahora el panorama es completamente diferente. La aceleración registrada en 2020 hará necesaria la incorporación de un segundo intercalar negativo, con el propósito de lograr que los relojes atómicos puedan alinearse con máxima precisión. Entre los factores que impactan directamente en los cambios de velocidad del giro planetario pueden indicarse la influencia de la Luna o los niveles de erosión y nieve en las montañas más importantes de la Tierra. Un estudio publicado en 2015 relaciona el cambio en la rotación de la Tierra con el calentamiento global.
Y hay un detalle para nada menor: muchos científicos ya se están preguntando qué pasará cuando el calentamiento global comience a reducir las capas de nieve en las grandes alturas. ¿Hasta dónde podría llegar en ese caso la aceleración de la Tierra? ¿Cuál será el impacto en nuestra vida cotidiana, en una sociedad que ya vive acelerada?
Y ahora discúlpenme si me poco un poco metáfisico, parece que las cosas se transforman en un proceso continuo de nacimiento y destrucción que afecta a objetos, animales, seres humanos, planetas, satélites, estrellas... “Todo fluye, somos y no somos”, era el lema básico de Heráclito de Éfeso, también conocido como Heráclito el “Oscuro”. El pensador griego creía que el mundo experimenta un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. Dentro del cambio incesante de las cosas, Heráclito postula que existe una unidad o principio eterno encarnado por el fuego. Pero esta llama crepitante es una metáfora que se refiere al movimiento y cambio constante, en el que se encuentra sumido el ser humano y el mundo.
Estilo críptico. Sus ideas reproducen la ambigüedad y la confusión de la realidad. Diógenes Laercio le atribuyó un libro titulado Sobre la naturaleza, que estaba estructurado en tres partes: Cosmológica, Política y Teológica, pero apenas aporta unos fragmentos del pensamiento perdido del filósofo griego. Algunas de sus geniales sentencias han llegado a nuestros días a través de escritores griegos y romanos posteriores. ¿Realmente conocemos cuál era el mundo interior de ese personaje al que los antiguos llamaron el “Oscuro"? Al menos tenemos la esencia de su pensamiento. “Todo cambia y todo pasa”, lo que nos recuerda vagamente el famoso poema de Antonio Machado. Todo ese fluir está regido por una ley que el pensador denominaba “logos”, que no sólo rige el devenir del mundo, sino que nos indica el camino a seguir, aunque la mayoría de nosotros “no sabemos escuchar ni hablar”.
El lamento de Heráclito. Según este pensador, la mayoría de las personas vivía relegada a su propio mundo, ajena a la realidad del cambio continuo, del fluir constante de las cosas y de ellos mismos. Los hombres, sordos y ciegos, se olvidaban de su condición de mortales. Heráclito no despreciaba el uso de los sentidos. De hecho, los consideraba indispensables para comprender la realidad. Sin embargo, pensaba que con ellos no bastaba y que era necesario el uso de la inteligencia. “Se engañan los hombres sobre el conocimiento de las cosas visibles, de la misma manera que Homero, que fue considerado el más sabio de todos los griegos”, subraya Heráclito.
Contradicción vital. La permanente movilidad que percibe Heráclito en todas las cosas se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todo, un pensamiento que de alguna manera entronca con la corriente filosófica más en boga a principios del siglo XXI, la del postmodernismo, encarnada, entre otros, por Deleuze, Derrida y Vattimo. Pero Heráclito de Éfeso era también un moralista: “Los ciudadanos deben luchar por la Ley, de la misma manera que luchan por defender la muralla de su ciudad”.
La sopa primordial de la filosofía
Heráclito era el ejemplo genuino de un hombre cuya sabiduría es tan amplia que ya no puede mezclarse con la gente educada. y dicen que “El desdén de este genio misantrópico por la estupidez de la especie humana le condujo a una solitaria existencia en las montañas. Allí, a solas consigo mismo, en las entrañas de su mente, comprimió las ideas que constituyen su donativo a una humanidad desagradecida”.
Heráclito afirmaba que todo es cambio. Y eso significa que “todo el mobiliario del mundo es mera vanidad”. “Sus palabras escapaban del alcance de los mortales ordinarios, quienes le consideraban un personaje enigmático y un tanto inquietante. No comprendían que la verdad no puede ser establecida, sólo indicada”. El pensamiento de Heráclito que ha llegado a nuestros días, los pequeños retazos de su sabiduría, constituyen la sopa primordial de la filosofía occidental. En el círculo se confunden el principio y el fin. Heráclito. Todo fluye, todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo río pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni el río ni yo somos los mismos.
El alma se tiñe del color de tus pensamientos. Piensa sólo en aquellas cosas que están en línea con tus principios y que puedan ver la luz del día. El contenido de tu carácter lo eliges tú. Día a día, lo que eliges, lo que piensas, y lo que haces, es en lo que te conviertes. Tu integridad es tu destino... es la luz que guía tu camino.
Fuentes:
https://tendencias21.levante-emv.com/
https://www.muyhistoria.es/h-antigua/articulo/heraclito-de-efeso-todo-fluye-somos-y-no-somos
Comentarios
¡me ha gustado mucho! Para uno de los próximos podcasts ofrezco la idea de una introducción al existencialismo.